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El próximo Presidente de la República tiene que nombrar, de arranque, trescientos puestos empezando el gobierno. Ministros, ministras, vices, oficiales mayores, presidentes de autónomas, completar juntas directivas y otros cargos discrecionales es parte del cartón de bingo que hay que llenar. ¿De dónde saldrán tantos frijoles para cantar «¡Bingo!»?

Trescientos, pero no cualquiera

Los cargos públicos no son fáciles. Se requiere de mucha templanza, experiencia profesional, conocimiento de la Administración Pública y dotes de liderazgo. Sumémosle que no son los mejores salarios y que existe el riesgo del escarnio público sin importar lo que se haga. En esas condiciones, es más fácil pegarse los tres primeros números de la lotería que armar gabinete.

Por supuesto que está la creencia firmemente arraigada en torno a la corrupción inherente a la política. Cualquiera que esté en la función pública se presume culpable hasta que demuestre lo contrario. El rol de los medios de comunicación en acrecentar esta figura ha sido proverbial y nada indica que cambiará la caza de brujas. No es que no haya gente corrupta, es que no todos son corruptos.

Por eso armar gobierno no es sencillo y mucho menos si no se tiene detrás gente con experiencia. Habrá quien fantasee con que los antiguos partidos mayoritarios proveerán: cajita blanca. A valores de hoy, es probable que ningún cuadro relevante de esos partidos quiera cometer suicidio político. Apoyar a Fabricio Alvarado es un riesgo reputacional para cualquiera y Carlos Alvarado ya descartó entregar puestos por apoyos.

El PAC puede armar gabinete con lo que tiene actualmente o incorporando nuevos cuadros sacando figuras desgastadas. Inclusive puede incluir gente de otros colores políticos sin que sea una concesión. En tanto Restauración Nacional la tiene más difícil. La reciente elección de diputados dejó claro que no pensaban ganar la elección y que iban por dos o tres diputados como mucho. Y a juzgar por la desafortunada actuación de su asesora en educación, pareciera que sus apoyos son más retóricos que prácticos.

No es solo llenar trescientos campos

Armar gabinete no es entregar una lista de nombres para puestos, es conseguir gente idónea para llevar a cabo una visión del país. Se puede esta de acuerdo o no con esa visión, pero por eso es que se vota. Con nuestro voto escogemos una idea de país y quiénes la van a llevar a cabo. Pero si la visión es difusa y los realizadores etéreos estamos frente a la receta de una crisis.

De ahí la importancia que los candidatos transparenten sus equipos. Si bien es cierto Carlos Alvarado armó la papeleta pensando en ganar; no es menos cierto que debe datos importantes aún sobre la ruta económica que llevará a cabo. No le basta con diferenciarse del actual gobierno porque aún debe dejar en claro de quién es la responsabilidad del déficit fiscal. Si no muestra solidez como pretendiente a la silla presidencial, es tan creíble como un billete de tres colones.

Si Fabricio Alvarado arma un gabinete lo hará con parches e incluyendo a quienes le pidan desde los poderes fácticos. Eso quiere decir que sindicatos, cámaras empresariales y otros actores políticos podrían presionar para dar gobernabilidad. Quien crea que Fabricio Alvarado es controlable mejor que le diga adiós a la idea. Él está en una «misión divina». Su retórica, su lenguaje no verbal y los videos de sus intervenciones lo dicen. Y a un mesías no lo controla nadie hasta que éste se da cuenta de su condición humana: cuando es tarde para todo.

Armar el equipo que ejecute la visión de cada candidato no es tarea sencilla, pero está claro que el PAC está más cerca de ambas cosas que Restauración Nacional. Restauración Nacional ha sido un partido monotemático, excepto por su claro rol a favor del ICE como constructor de obra pública (eso en la gestión de Fabricio Alvarado); pero en lo demás ha chupado rueda como rezagado de pelotón.

Nombrar a esas trescientos y tantos cargos no va a ser sencillo. Ni qué decir si se piden muestras de fe.

No es solo el Presidente

Entonces a la ecuación para decidir por quién votar hay que agregar otra variable: equipo.  Si bien es cierto nadie enseña las cartas hasta que el «dealer» muestra las propias, no estaría mal conocer algunos nombres. Convengamos que la cartera de Educación que va a estar bajo fuego gane quien gane sería un dato interesante. Además el equipo económico y un atisbo en infraestructura.

Ya conocemos los programas, ya sabemos dónde se para cada candidato; pero necesitamos ir conociendo equipos para decidir mejor.

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Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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