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HUMO BLANCO

Hace unos días se informó que, después de dos millones de vueltas, por fin hay un diseño para el edificio de la Asamblea Legislativa.

Relegado, junto a la Casa Presidencial dentro de las edificaciones pendientes después de la Guerra Civil de 1948, la Asamblea ha pasado por mil remiendos, adendos y entuertos.

Entonces bienvenida la gestión del expresidente legislativo Juan Carlos Mendoza y sus colegas de directorio que lograron arrancar el proceso de renovación liberándolo del aroma a embutido de cerdo que tuvieron los proyectos anteriores.

El actual presidente legislativo, Víctor Emilio Granados, marcó el rumbo del proyecto, con una ignorancia y candidez impropias de un funcionario de tan alto rango al decir que el proyecto avanzó porque no se ha metido “mano política”. Esta afirmación es fundamental porque parece reflejar o fundamentar el eje ideológico de algunos tramos de la propuesta arquitectónica.

LO MONUMENTAL y LA GENTE

Desde la fundación de la Segunda República el estado moderno de Costa Rica decidió no solamente fundar instituciones emblemáticas como la Caja, el ICE, o Recope, sino que a las ya existentes le asignó un significado diferente. Es por eso, que los edificios públicos construidos entre 1950 y 1980 tenían un valor emblemático y todopoderoso que marcaba una aguda modernidad y temeridad representada en la forma curva del edificio del ICE o el piso saliente del edificio principal de la Caja del Seguro Social.

Sin embargo, ese progreso vino acompañado de un costo importante como la desaparición de la antigua biblioteca nacional (hoy un parqueo esquinero), la desaparición del antiguo Congreso y el derrumbe de un antiguo San José que quizás valió la pena preguntarse si era digno de ser conservado.

Lo cierto es que el Estado moderno y activo decidió enterrar el pasado y así construir una nueva realidad de varilla y cemento.(Al estilo de León Cortés). Más aún, se impuso frente al ciudadano como un ente más grande que él o ella, dejándoles como admiradores (ni siquiera espectadores) de lo que allí se cocinaba.

Hoy, la construcción de la Asamblea Legislativa plantea el reto de levantar un significado nuevo de la gestión del Estado, respetando el pasado y tratando de entender el futuro que nunca se ha dejado comprender.

UNA VALORACIÓN

Dicho esto quisiera expresar mi opinión y mi valoración sobre la propuesta develada. Es una más en medio de la marea así que nada de que esta sea la verdad escrita en piedra. Sinceramente no estoy en condiciones de valorar si es arquitectura “setentera”, posmoderna o “requetemoderna”; y mucho menos decir si se parece a tal o cual edificio.

El reto para el equipo de arquitectas y arquitectos ganadores no ha sido menor pues debían mantener las estructuras actuales en su lugar, pero a la vez, en el mismo espacio construir algo nuevo que represente la Costa Rica actual y que no aplaste estética y estructuralmente al pasado.

Ese reto es un problema simbólico porque aunque en su justificación el diseño habla del pueblo sosteniendo al edificio, la verdad es que el edificio queda suspendido en el aire dejando bien en claro que el poder político es más importante que la gente. Quizás sea un ajuste de estilo lo que se necesite para corregir este asunto, pero lo cierto es que este barco aéreo es tan imponente que nadie puede sentirse en igualdad frente a él. Queda entonces planteado el reto de que la horizontalidad propuesta por el edificio, se traduzca en una experiencia simbólica para quien vea el edificio de largo o de cerca.

El mismo estilo de la arquitectura se impone a los edificios que quedan bajo su sombra, lo que en términos generales parece ser un respeto a medias de lo que alguna vez fue la representación de un poder político.

En una época en la que la palabra transparencia apela a cualquier cosa, menos a ver claramente a través de algo; el edificio de la Asamblea Legislativa será opaco a quien le ve de afuera desde el costado sur… el que da a los tribunales y al Museo Nacional, el antiguo Cuartel Bellavista donde se abolió el Ejército. Unas figuras externas interesantes en su geometría y disposición bloquearán la mirada ciudadana hacia el interior de un poder que, como se dijo, se alza muy por encima de ella.

Sumémosle a lo anterior que el costado que tendrá las ventanas sin estructuras que bloqueen el escrutinio estarán a más de 50 metros de la posición de la observadora o el observador, además de edificios que obstaculizarán la visión de los primeros niveles.

Esta contradicción en el significado de un edificio en el que se tratan los asuntos públicos y donde se toman decisiones que afectan a la totalidad del país demanda una solución rápida y contundente.

ENTERRAR LA POLÍTICA

Sin embargo, lo que me parece verdaderamente grave y que reproduce la prenoción del diputado Granados de la política como algo sucio, es “la solución” que se encontró a la ubicación del plenario: enterrado.

La justificación es que al estar debajo de donde camina la gente, los diputados y diputadas sabrán que los de arriba (la gente que camina sobre el parque) son los que mandan. Y creo que hasta aquí me llega la mesura ante una explicación tan rebuscada y que en realidad expresa una visión inconsciente del poder como un espacio donde todo se hace bajo la mesa, a escondidas, de forma oculta.

El plenario es el lugar donde se discute, se argumenta, se defienden posiciones; es decir donde se hace política. Pero en este proyecto es un lugar donde se entierra la política, donde muere. ¡Perdona a tu pueblo Señor!

Es cierto que tiene entradas de luz y toda la jardinería en el entorno, pero eso jamás se puede esgrimir como argumento para hablar de transparencia, por el contrario es la forma de adornar el mausoleo donde yacerá el ejercicio de la acción política. Lo delicado, es que estos significados se transmiten y refuerzan la concepción de que la política es tan sucia que “mejor no me meto”. Es el triunfo del paradigma neoliberal y posmoderno de Fukuyama y su final de la historia.

Un pecado “menor” si se lo compara con el anterior, es el cambio de orientación de las bancas de los diputados dentro del plenario. Desde el viejo congreso, el plenario se acomoda en “U”. La conformación tipo hemiciclo puede ser moderna, pero ignora la tradición anterior sin aportarle nada nuevo. Esta ruptura con el pasado y en busca de una modernidad europea en lo estético termina de alejar la discusión política de nuestra historia y realidad nacional. Nuevas formas, nuevos colores y nuevos muebles son un cambio estético que no representan la evolución política del país y no se amarran con su tradición, independientemente de que tan kisch pueda ser lo anterior.

Finalmente, pero no por eso menos importante, Costa Rica ha optado por un camino de sostenibilidad ambiental. Aunque sabemos las contradicciones en las que hemos caído, se impone que el edificio haga mucho más que aprovechar la luz que entra por el norte (donde se aprovechan 6 meses de luz) y el manejo de las aguas de lluvia.

Es importante saber cuáles recaudos ambientales se tomarán en la construcción, cómo se generará el agua caliente en el edificio (para cocina) y que tipo de luminarias se usarán para ahorrar energía en las noches.

Quizás este sea un buen ejercicio para redefinir el significado de la política a partir del significado de un edificio.

* Originalmente publicado en redcultura.com

Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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