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En un artículo de opinión que mana de lo más profundo de su ego, Jaqcues Sagot carga las tintas contra el exentrenador de la Selección Nacional para acusar a toda la sociedad costarricense de mediocre. Categoriza cuatro tipos ideales de opciones de vida, ubicando a Óscar Ramírez como mediocrie humilde.

Siguiendo esa lógica, desde su “excelencia arrogante” Sagot usa al Machillo para pegarle al tico y a todo aquello que él no quiere ser. Establece un paralelismo entre la sencillez del costarricense y la mediocridad. Una vez más la petulancia europeizada del pianista encuentra un chivo expiatorio para quejarse de aquello que su país no ha sabido ser. Confundir sencillez con mediocridad es un desprecio a la cultura como saber popular.

Entrenadores de periódico somos muchos. Sin embargo, solo hay uno de ébano y marfil. Él se yergue todopoderoso y ajusticia desde su propio dolor a un tipo que no ha hecho más que pelearla para surgir. Igual que el pianista, el bonachón de la pelota ha sido disciplinado, ha estudiado y llegado tan lejos como ha podido. No es ni más ni menos que el hombre de la música. Y es que la identidad de este país no la define ni un músico ni un futbolista.

Tan feo ser como el Macho

Ambos son parte de una misma nacionalidad, de una misma cultura. Representan a esa que Costa Rica humilde que reconoce su ignorancia y aquella arrogante que juzga sin piedad porque se siente diferente, que no pertenece. La falta de autoestima nacional siempre ha llevado a los verdaderos mediocres a confundir los logros de la Selección como logros patrios. Quizás esa sea la razón de la furibunda reacción de Sagot. Saber que le tocó nacer en este paísito con sabor a nada y ver que ni para fútbol sirve, debe doler en el alma.

Pero Ramírez no es un pobrecito, es un trabajador como cualquier otro. Con la mala fortuna que tiene 4 millones de colegas que hacen las cosas mejor que él, aunque nunca hagan nada. En cambio Sagot tendrá algunos críticos de su trabajo, pero le sobran sobalevas que, sintiéndose tan sofisticados como él, lo adulan. Sagot se nutre de la mediocridad que critica porque en el país de los ciegos el tuerto es rey.

A pesar de ello, para muchos de nosotros Jacques Sagot también ha sido motivo de orgullo cuando ha sido reconocido dentro y fuera del país. Como también lo es Franklin Chang, Cristiana Figueres y muchísimas costarricenses más.

Sin embargo, se debe sentir feo que nadie manifieste ese orgullo en el Teatro Nacional colmado de polos aplaudiendo a rabiar porque han descubierto un mesías cultural.

Sagot no es mejor que nadie

Al Macho se le puede criticar lo que sea en lo futbolístico, pero nada le da derecho a Sagot a presentarlo como sinónimo de mediocridad. Claro que como país tenemos muchos defectos. Seguro que podríamos y deberíamos ser mejores, pero de ninguna manera un pianista es un centímetro mejor que un entrenador de fútbol, que una secretaria, que una operadora de grúas. De fijo que deberíamos leer más e interesarnos por más temas, concedido. Pero de ahí a meternos a todos en un saco de estiércol hay mucha distancia.

Y tan no es mejor que nadie, que tampoco supo leer el trabajo de Ramírez. Mientras en la Copa Uncaf, Ramírez intentó armar el relevo generacional del fútbol nacional, los jugadores creyeron que la camiseta ganaba los partidos. Eso sí habla de la cultura facilista tica, no del entrenador. Y, en términos de recursos humanos, habla claramente de manejar reemplazos y planificarlos. Pero Sagot es incapaz de entender eso, porque no está en su partitura.

Lidiar con egos de camerino, con el arquero del Real Madrid, con la dirigencia de este país y con las limitaciones de nuestros jugadores implica liderazgo. Sin embargo, él no podría entenderlo porque se manda solo. No juega en equipo y es tan superior a los demás que cuando “sale a la cancha” acompañado, los otros juegan para él; como Cristiano Ronaldo.

Tampoco puede leer que el técnico de la Selección jugó igual que en el mundial pasado, y que en todos a los que hemos ido. Y no puede, porque él solo lee música que es precisa y exacta, no variable como el fútbol un deporte donde jugar igual no siempre da los mismos resultados.

A Jacques Sagot le puede faltar conocer de fútbol, pero le falta más por aprender de la gente que denosta como inferior. El estribillo fácil sería decirle “andate a Europa”, pero eso no me va. Pero sí quiero invitarlo a que se meta en la finca de Hojancha en donde estaba exiliado el Macho Ramírez cuando lo mandaron a traer para volver a dirigir. Quizás allí pueda encontrar la comunión entre su ser y sus raíces, porque esta patria se construye con trabajadores talentosos, sean burgueses o plebeyos.

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Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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