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Un caso de la vida real. Lo esencial de esta historia es cierto.

Como dice el tango, “Afuera es noche y llueve tanto”. Ha sido un día gris para el partido. Las encuestas dan todo mal. Yéndoles bien en febrero sacan un pedacito de diputado y el derecho a una conferencia de prensa para avisar que volverán. El partido tiene problemas, pero el candidato está en el horno. Sus negocios dependen aunque sea de una curul por la Isla del Coco. Quizás muchos no lo sepan pero estar dentro de la Asamblea Legislativa le deja unos miles de dólares por gestión a favor de tal o cuál interés. Si se multiplica por varias acciones al mes, estamos hablando de mucha plata.

Porque no solo se trata de poner mociones para que no avance un proyecto o promover un determinado cargo. Es que hay que fingir que el tema es importante y actuar de acuerdo al tarifario. Eso es lo que se llama tráfico de influencias, pero en estas épocas le dicen #Cementazo.

Si esta vez se quedan afuera pierden capacidad de influencia y, por ende, la extrita. La desesperación es notoria, no hay estrategia, no hay plata y el tema de Juan Carlos Bolaños tampoco ayuda. Del cemento mejor ni hablemos, es mejor esconderse debajo de una piedra y esperar a que escampe. Lo que sí no va a llover es plata. A como están las encuestas ni pasando el sombrero juntan un cinco.

El candidato está angustiado. Ya no le queda tinte para tapar las canas de la preocupación. Tiene varios días sin dormir y está pensando que esta vez va a tener que presionar más a los aspirantes a diputado para que pongan plata. Convoca a una reunión de emergencia a sus más cercanos en el local del partido que debe dos meses de alquiler.

Se requieren ideas audaces para salvar el negocio y al partido. En ese orden. Empiezan a llegar los del convite a la reunión de emergencia. Entran estilando agua. Del parqueo a la puerta los atrapó un diluvio de esos de septiembre. Estas cosas no se tratan por WhatsApp porque al rato y pasan las de doña Eugenia: se cuela el audio y van todos presos. Está el candidato y cinco personas más de su más entera confianza. Se saludan con la amabilidad del caso, se abre la puerta de la sala y cuando se cierra del otro lado todo queda en silencio. Secretaria, asesores y demás familiares en ascuas.

El presupuesto es limitado y se convocó a esta cumbre con poco tiempo, por eso toca chino. Eso sí, hay variedad para que nadie se queje. El candidato abre la sesión confirmando lo que ya la concurrencia sabe: se viene la noche. “¿Qué hacemos?” pregunta al aire para iniciar una discusión tan estéril como inútil si se entiende que son un partido sin ideas.

El diálogo pasa de lo sublime a lo ridículo ida y vuelta a lo largo de dos agotadoras horas. De repente, cuando a nadie se le cae una idea ni poniéndola de cabeza, aparece ella. Es una del grupo de confianza. Tendrá unos cuarenta años, viste de blanco inmaculado, tiene una cara de agotamiento mezclada con esperanza. “Suave un toque”, interrumpe y sin anestesia ni nada suelta el nombre de una persona que sería ideal para una provincia en la que es más fácil sacar petróleo de un árbol que ganar un diputado.

Asombro general, sonrisas de esperanza y las caras se vuelven hacia el candidato. El tipo hace una pausa, en su fuero interno sabe que es una estupidez del tamaño del arco iris, pero no quiere pincharle el globo a la concurrencia. Esboza una sonrisa hipócrita, mira a los ojos a la mocionante y da el “ok”. Inmediatamente surge una tarea: busquemos personas del mismo perfil para integrar las demás papeletas. Los cinco magníficos rayan en el orgasmo emocional, se entusiasman y ahora sí creen que algo va a pasar.

La reunión termina, se abre la puerta y cónclave sale con cara de habemus plata.

La llamada

La mujer de blanco ha recibido la tarea de contactar al posible candidato a diputado. Ella lo conoce, le ha tratado en varias veces y cree que es cuestión de sobarle la leva un poco para que diga que sí.

La víctima es un varón entrado en los cuarenta que goza de mucha popularidad entre la gente. Un tipo que ha estado expuesto durante años en medios de comunicación y cuyo nombre es una marca poderosa. Incluirlo como diputado es un jonrón a bases llenas. Está que no se aguanta la emoción. Fue ella la de la idea, ella es quien va a dar el golpe de efecto que el partido tanto necesita.

No deja que pase ni medio día cuando empiezan los cálculos mentales. Piensa sobre cuál horario será mejor para hacer la llamada. ¡Qué ansiendad! ¡Qué momento! Un “Sí” del galán de telenovela puede representar para ella una cuota de poder mayor frente al Candidato. Está convencida que la idea es tan buena, que el famoso jamás dirá que no. Entonces se decide. Estaciona el carro, saca el celular de la cartera imitación Channel, busca los contactos y marca. ¡A la mano de Dios!

Del otro lado una voz familiar, no solo por conocida, sino por famosa. Es que además el pretendido candidato a diputado ha hecho locuciones de anuncios, tiene voz de trueno y hasta tiene un programa de radio. La conversación empieza con la típica hablada de me importa un pito tu vida, pero “¿Cómo estás? ¿Tanto tiempo, Bello? ¿Qué ha sido de tu vida?”. El otro que ni entiende de que piedra aparece este personaje, sigue la corriente como esperando a ver de qué se trata el favor.

“Vieras cómo he estado pensando en vos”, dice ella mientras se acaricia los largos colochos de su melena castaña tratando de controlar los nervios. “Calmate que soy casado”, responde él fregando la paciencia. “¡Ay, qué bruto! Ja, ja, ja” y carcajadas de chica fresa como si la broma le hubiera hecho una gota de gracia. “No, ya en serio. Fijate que hemos estado hablando con el Candidato sobre vos”. En ese momento todo se detiene, el reloj para su marcha y el aire se queda inerte.

Al personaje mediático lo agarraron con la guardia abajo,no sabe qué pensar, trata de calmar la mente y ponerse alerta, le acaban de decir que el Lobo Feroz está pensando en la Abuela para una relación formal. Está rodeado de colaboradores que lo miran para pedirle instrucciones antes de la salida al aire.

“¡A la pucha!”, responde el famositico ganando tiempo. “¡Diay, contame!”, agrega como si le importara lo que viene. En realidad tiene más miedo que curiosidad, pero que no se diga que es pendejo.

¿Querés ser diputado?

Y entonces la nena se deja de rodeos y como si se tratara de un lance que debe terminar en la cama le dice: “Nos encantaría que fueras en el primer lugar a diputado por tu provincia”. El mae guarda silencio. Está entre que se muere de la risa, le pregunta que si está en drogas o la manda por un tubo. Acto seguido, empieza a buscar en su cerebro una combinación de palabras que signifique “andate para el carajo”, pero en bonito.

“Mirá, muchas gracias por tenerme en cuenta” (Fue lo mejor que se le ocurrió, coincido con el lector que no estuvo a la altura, pero en defensa del personaje esto se pone bueno) “Lo que pasa es que como vos sabés yo estoy en otras cosas y ser diputado es algo para lo que no estoy preparado”. Ahí ella interrumpe: “¡Nadie está preparado para ser diputado! Ahí llega cualquiera (nótese como se ahorca sola); por eso queremos tener a una persona como vos: recta, de empuje, que le interesa que las cosas se hagan bien. Queremos hacer la diferencia.” ¡Seás mía!

En su interior el ex candidato a candidato siente que la sangre empieza a hervir y la educación se tambalea. Nuevo intento, ahora con un tono de voz más fuerte: “Mirá te soy honesto. No me interesa. Tampoco comulgo con el partido, tu candidato me da vergüenza y mi reputación no se va a manchar por estar junto a esa persona.”

“No seás así, es que no lo conocés.” ¡No mae, si cada vez que abre la boca uno quiere salir corriendo! “Bueno, vieras que no me interesa, pero te agradezco”, remata.

En ese momento todo está perdido. La señora de las cuatro décadas lo sabe, pero tiene que intentar algo más: “¿Te interesaría el Ministerio de Educación? Es que nuestra estrategia va a incluir nombrar a los ministros por adelantado”. Una vez más la asertividad del género humano es puesta a prueba. ¿¡En serio!? ¿Una persona que en su vida se ha dedicado a la educación para ministro? ¡Están desesperados!

Cuando el hombre multimedios está a punto de perder los estribos, se le ocurre una respuesta filosa como una daga, aguda como la mordedura de una serpiente. Acaba de interiorizar lo vergonzoso del asunto, lo denigrante, lo sucio. Sabe que esa no es la política que queremos todos, es la política de los que quieren el poder por el poder. ¿Cómo estar con esa gente? Ahora se siente más lúcido, menos golpeado por los acontecimientos.

Hace una pausa para que del otro lado del teléfono se sienta tensión y espeta: “Un millón de dólares”. “¿Cómo?” Responde ella. “Si me dan un millón de dólares voy en la papeleta, pero renuncio el 8 de febrero por temas personales ¿Cómo la ves?”

La mujer de traje sastre no sale de su estupor. Accidentalmente activa la alarma del carro. La apaga. Se encienden las escobillas. Está en shock. Vuelve en sí para darse cuenta que le acaban de ganar en su juego. Sabe que la pusieron en la parte alta del mástil y tiene que tratar de bajar con dignidad. Viene un largo “Ehhhhh” como quien intenta tener una idea en un millonésima de segundo “Bueno dejame hablarlo y te aviso”. “Seguro”, responde él. “Ahí seguimos conversando” sentencia, lo que en buen tico significa: no jodás más.

El que nunca quiso ser diputado, nunca recibió la llamada como era de esperar. De hecho, si la hubiera recibido estaría en cuidados intensivos.

A la noche llegó a la casa, cocinó algo liviano, se sentó con su esposa a comer y como quien no quiere la cosa le contó la historia. La esposa, una mujer correcta, con esa suavidad que le caracteriza le dijo: “Que bueno que dijiste que no. Habrías tenido que irte a vivir a otra parte”.

Y, sí, eso también es poder.

 

Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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