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Si fueras un poquito más hombre volverías a ver a esa güila que dejaste abandonada después de dejar embarazada a la mamá. No es que no tengás “mucha comunicación con ella”, es que simplemente es más fácil hacer que no existe. Así te ahorrás los cincos para la otra, para darle a los carajillos de ella; porque ahí sí sos tata.

Si tuvieras algo de hombría no pasarías 20 mil pesos al mes para que el chiquito vaya a la escuela, coma, tenga techo y pueda crecer sano y seguro. Tendrías un mínimo de decencia para saber qué necesita en lo material, pero también en lo afectivo; y sabrías cuánto le duele tu ausencia, tu vil abandono.

Si no fueras tan pendejo, hace rato habrías dejado de reclamarle a la madre por cada cosa que no hace tu hija como vos querés cuando va a la casa de la madre de tus nuevos hijos. Porque esos reclamos son la forma que tenés de esquivar tu responsabilidad. Así nadie te va a reclamar que no pagás lo suficiente, que no te preocupás lo necesario, que no hacés lo que tu hija se merece.

Sí fueras más hombrecito valorarías que por lo que no hacés hay una mujer que no duerme por atender a tus dos hijos, que llega a la hora del mono por trabajar extra, que está reventada de cansancio porque entre el trabajo, la casa y los güilas se le va la energía. Ni qué decir de cómo los 35 mil pesos que lograste que te bajara el juez de la pensión la jodieron a ella, a tus hijos y a la abuela. Sí, a la abuela, porque ella es la que los cuida mientras tu ex se desaparece en el trabajo.

Si fueras tan macho ahora como lo fuiste cuando la llevaste a la cama, seguro que no le estarías pagando a un abogado para que esconda ingresos y te tenga la pensión en la mínima. Si fueras tan ingenioso ahora como cuando le dijiste: “¿Por qué no te cuidaste?”, seguro que esas criaturas tendrían un futuro más seguro lleno de afecto, cuidados y los recursos mínimos para ser gente de provecho.

Si realmente fueras un “cabro” como el que rajabas ser hasta que “a ella” le salió la panza, de fijo no le reclamarías porque tiene a la güila en un kinder caro o porque tiene un celular solo para saber cómo está la criatura, o no andarías diciendo estupideces como que “solo le quiere comprar lo mejor” (aunque le compre en ropa americana), mientras que a “la otra”, que tiene hijos que ni siquiera son tuyos le pasás toda la plata sin chistar. ¿Será porque “la otra” fue bastante clara y te dijo “yo no quiero el cheque partido”?

Si no tuvieras tanto miedo de ser un verdadero hombre te rompería el corazón de ver a tu hija crecer en un tugurio mientras vos tenés todas las comodidades y ganás lo suficiente como para mantenerla con la dignidad que ella se merece. Hace rato que estarías junto a ella dándole el amor que se merece.

Si realmente tuvieras un poquito de virilidad hace rato te habrías dejado de esconder debajo de las faldas de tu mama y de pedirle a Dios que no te pidan el examen de ADN. Porque entonces habrías dado la cara y te habrías hecho responsable sin decir que ese carajillo te arruinó la vida.

Pero vos nos sos tan hombre, sos un espermatozoide irresponsable que le echa la culpa al óvulo por ser “tan rico que hizo que se me metiera el diablo y me jalara esa torta.” Esa torta tiene nombre, pero no apellido. Esa torta es un ser humano que vos ayudaste a traer al mundo, aunque fuera por pura calentura.

Dejá de ser un güila y hacete responsable de una vez.

* Originalmente publicado en redcultura.com
Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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