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A finales de 2000 inicios de 2001 fui de visita a la Argentina al encuentro con la familia. Era la primera navidad desde el inicio del exilio (1976) que íbamos a pasar juntos y el ambiente familiar estaba lleno de emociones.

De Costa Rica íbamos tres: madre, padre y un hijo que volvíamos por el pan dulce, las uvas de la parra de mi tía, las charlas largas hasta que el sol de las 8 de la tarde dijera se acabó y las tomadas de mate con “facturas” propias de los domingos con asado, que valga la aclaración en aquellos días se habían vuelto cosa rara.

Pero desde estos lares llevábamos en el equipaje una mudada de mente. Mientras la Argentina estaba a punto de explotar producto de la recesión generada por las políticas ortodoxas de los liberales, un peso anclado al dólar, la subasta al peor postor de los bienes del Estado, la corrupción salvaje del gobierno de Menem y la falta de ideas del gobierno que le siguió; nosotros llegábamos tropicalizados: mezclando los miedos del neoliberalismo con las certidumbres del estado de bienestar.

EL MIEDO

La presión sobre la gente era increíble. Había un miedo a perderlo todo, mucha incertidumbre por el trabajo, la ausencia de un futuro creíble o medianamente próspero o la simple noción de que se estaba librado a su suerte sin ninguna red de apoyo. Eso aquí, ahora, no es novedad ¿O sí?

Me tocó ver una campaña publicitaria del gobierno promoviendo un “blindaje” del FMI por US$40 ó 50 mil millones. En cualquier caso era un número obsceno. Eso sí, la ayuda del fondo no venía de gratis. Como si no hubiera bastado con todo lo que se entregó en los 90 y con la sangría de capitales de inicios del nuevo siglo, ahora Argentina debía dar más: ajustar más la faja, reducir más las prestaciones estatales, sacarle más a los pobres y liberar un poco a los aflijidos ricos.

Comentando en la intimidad con mi padre y mi madre la conclusión era evidente: “¡Esto se va a la mierda y no lo para nadie!” El ambiente no estaba para hacer advertencias a quienes no estaban en condiciones de escuchar, así que por ahí terminamos charlando con algún oído atento y, como correspondía, tomamos el avión de regreso a la patria que nos dio cobijo y a la que queremos tanto.

Durante casi un año, la Argentina vivía de un numerito: El riesgo país. Una especie de tasa especulativa que las agencias y calificadoras de riesgo le dan a la deuda de un país. Mientras que España hoy tiene 500 puntos (y eso es considerado digno de intervención por las autoridades europeas) Argentina se dio el tupé de andar por los 2 000. Como se sabe, los argentinos nunca se van a dar por menos en nada.

Un año después, lo dicho: Argentina se fue al carajo. El FMI había logrado que su alumno más disciplinado de los 90 reventara de la forma más impresionante. El país colapsó a niveles más allá de la recesión del 30: la plata no existía porque los bancos no tenían dinero para dar, se vivía del canje, aparecieron monedas alternativas, hubo al menos 30 muertos cuando la gente salió a protestar a la calle porque no podía comprar o no había nada que comprar. El presidente salió huyendo en helicóptero al tiempo que el pueblo gritaba en la calle “que se vayan todos”.

LA FIESTA NEOLIBERAL

Se puede alegar que Argentina pagó las consecuencias de vivir más allá de sus posibilidades, de tragarse el cuento neoliberal y que debía asumir las consecuencias de apegarse a la voluntad del “mercado”, ese ente abstracto, amorfo, etéreo y tan parecido en su concepción a un dios que hasta asusta lo bien construido que está en lo semiológico.

Sin embargo, eso no alcanza a describir cómo los grandes intereses económicos propios y ajenos hicieron de la economía argentina una lechería de la que sacaron lo que les dio la gana bajo la amenaza de que si no se hacía así, los mercados reaccionarían mal y el país se hundiría. Y esa amenaza para la clase media es lo peor: el miedo a ser pobre, que es como la muerte en vida (por no poder comprar) flotaba en el ambiente como el aire que se respira para vivir.

Pero creer o reventar, hoy el “mercado” o los “mercados” sin ningún pudor por lo sucedido han vuelto a la carga y; como lo hicieron en Argentina quitando gobiernos, haciendo más importante al ministro de economía que al presidente mismo; han instaurado un nuevo tipo de dictadura económica que se rige bajo el mismo principio que cualquier gobierno autoritario: el miedo a perder la vida o a ser pobre (que en la sociedad capitalista viene siendo lo mismo).

Primero “los mercados” asustados por lo que pasaba en Estados Unidos en 2008 (a raíz de sus propias especulaciones para crear dinero sin producir) con la crisis hipotecaria, crearon la hambruna más importante de las últimas décadas al disparar el precio de los “commodities” (alimentos y combustibles) pues los capitales necesitaban refugios seguros. Entonces no solo aumentó el precio del arroz, sino su transporte y distribución ¿Cuánta gente murió por eso? No importa, los capitales estaban seguros.

CUANDO SE ACABA LA FIESTA

Después de la crisis especulativa, vino la recesión. Para combatir la recesión los gobiernos gastaron y se endeudaron, algunos más de lo debido (al menos en teoría ortodoxa). Y, así, se dio la crisis de la deuda. Sí, como la de América Latina de los años 80. Esta vez le tocó a Europa. Aunque la nuestra estuvo generada por la transferencia de capitales a los países centrales.

Los mercados (esos dioses que todo lo saben antes de que incluso algo ocurra) crearon una categoría para los nuevos deudores que estaban en peligro: los PIIGS o cerdos en inglés (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España). El primero en ser “rescatado” fue Grecia al que le pusieron tantas condiciones para darle 3 pesos que ahora ni puede pagar, ni puede cumplir con lo que prometió. De hecho, grecia acaba de crear el impago más grande la historia con la quita del 50% de su deuda, incluso más grande que el impago argentino que fue del 75% del valor facial de su bonos y que hoy solo reclaman los fondos buitre o especulativos.

El segundo en caer fue Irlanda, pero en este caso llamó la atención la actitud del Primer Ministro: “No queremos que nos rescaten” dijo el tipo sabiendo lo que se le venía, quizás eso le dio algo de capacidad negociadora, pero al final sucumbió ante los mercados, el FMI y la locomotora alemana.

Con España fue más fácil, una llamada de Obama bastó para que Zapatero se ubicara y deshiciera lo que construyó en 5 años de gobierno. Lo de Portugal fue perverso, apretaron tanto al gobierno socialista que terminó haciendo los ajustes para que un gobierno de derecha administre la pobreza que queda.

Sin embargo, lo que tienen en común estos casos en que en todos la voluntad popular quedó aplastada por el poder de las corporaciones financieras, los fondos especulativos y la banca tenedora de bonos. En Portugal, Grecia e Italia reventaron a los gobiernos hasta que los recambiaran. Lo de Italia es increíble: renunció Berlusconi, pero antes de irse dejó el paquete de medidas de recorte instalado y aprobado.

En Grecia los mercados tumbaron a un gobierno poco lúcido y, sin elecciones, un gobierno de tecnócratas se apresta a entregar el país. De hecho en medios griegos se preguntan si la Canciller alemana, es la verdadera jefa de estado.

España estuvo acosada por los números de su deuda hasta el último minuto antes de las elecciones de hoy domingo en las que ganó el Partido Popular. Frente al autismo político de los socialistas que nunca tuvieron una propuesta lógica frente a la crisis económica que enfrentó el país por la especulación inmobiliaria, España votó contra la crisis y lo hizo con miedo de caer más abajo de lo que ya ha caído.

Rajoy el nuevo presidente tiene la mesa servida porque el gobierno “socialista” hizo todo el trabajo sucio de ajustes y reformas para enviarle “señales” tranquilizadoras al mercado, pero no a su población. Por eso la gente tiene miedo, ahora Rajoy podrá hacer lo que quiera y reventar la economía familiar (más de lo que ya está) que cualquier sacrificio parecerá poco con tal de salir de la crisis. Lo mismo que pasó de este lado del charco en los ochenta.

En Francia va a ganar la izquierda, pero no porque sea una solución política o sea más clara que la derecha, sino porque la gente está votando contra la crisis, porque la gente está votando con miedo. Lo mismo que pasó en Portugal.

VER HACIA ADENTRO

Pero volvamos los ojos para este lado. Hoy 10 años después Argentina crece a tasas que, en promedio, superan el 6,5% en los últimos ocho años. El consumo de la gente se acerca al 50% del PIB y la pobreza que sigue latente cede cada vez más. ¿En qué consistió el cambio? La política tomó control de la economía.

Argentina, negoció una quita del 65% de su deuda en una primera etapa y de un 75% después. Eso le alivió la carga financiera y esos recursos que antes se iban a pagar intereses de deuda que sirvió para mantener una economía ficticia, ahora se usan para infraestructura y prestaciones que necesita la gente de carne y hueso.

Por supuesto que habrá gente que dirá que la Argentina está mal. Por ejemplo el editorialista de La Nación que se dejó decir que Menem había sido un gran estadista, tratando de contrastarlo con Cristina Fernández quien acababa de ganar las elecciones con el 57% de los votos. En fin.

Lo cierto es que, haciendo a un lado el estilo de gobierno (que puede ser sujeto de discusión), la Argentina está incluyendo cada vez a más gente en el círculo de consumo, lo que ha dinamizado la demanda y aumentado la producción interna, además de las importaciones, algo no tan deseable. ¿Inflación? Sí, mucha aunque el gobierno lo niegue y la oposición y el FMI usen cifras muy cuestionables. ¿Por qué? fundamentalmente, porque hay operadores de mercado que al ver que la gente tiene para gastar suben el precio para ganar más, no porque haya menos oferta y más demanda.

Hace un año exactamente, estuve de nuevo en Argentina y esta vez noté que la gente ya no tenía ese miedo que los paralizaba. Por supuesto que se quejaban, esa es una condición del porteño, además de que había incertidumbre producto de operativos mediáticos y de las torpezas del gobierno, pero no el miedo infernal de que “se acaba el mundo porque el riesgo país subió, porque no estamos comiendo suficiente mierda.”

¿Faltan cosas por hacer? Sí. Pero las están haciendo.

Aquí no cabe ese argumento fácil de “volvete a la Argentina si te gusta tanto”. En realidad lo que deberíamos pensar es en no ser España, Francia o Portugal; gente dominada por el miedo.

El miedo nos quitó al ICE, al INS, al CNP, los ferrocarriles, la Caja y pronto Recope. Porque operaron con el miedo se cerró, se abrió, se malbarató, nos encerramos en el pasado.

Si seguimos con el miedo a perderlo todo, vamos a perderlo todo. Si, por el contrario, nos trazamos una ruta económica que incluya a todos y a todas, pero no mágicamente como lo haría el dios mercado, sino con una política económica avanzada es posible que salgamos de esta sin tener que sacrificar nuestra dignidad por miedo a lo que diga una calificadora de riesgo o un opinador de CNN en español, que son los voceros del mercado.

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* Originalmente publicado en redcultura.com
Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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