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Las primeras noticias sobre las presuntas irregularidades en los créditos para importar cemento chino eran eso: suposiciones. Las presunciones empezaron a convertirse en certezas y las certezas en nuevas presunciones. La cantidad de datos que arroja cada comparecencia en la Asamblea Legislativa o revelación de los medios obliga a replantearse quién es quién en esta trama. Y, finalmente, de qué se trata todos esto.

El tema se ha complicado hasta tal grado que ya hay pase de facturas al Poder Judicial. Digo pase de facturas porque nadie puede ser tan inocente de creer que esto pasa por primera vez. Sino remitámonos a la «licencia literaria» de Guido Sáenz cuando se refirió a los votos de la Sala IV necesarios para que Óscar Arias se pudiera reelegir. O a los errores de la Fiscalía que terminaron con la puesta en libertad de un expresidente.

Pero el tema del #Cementazo arrastra una complejidad semántica que nunca habíamos enfrentado. Reducir a un «hashtag» la corrupción como sinónimo de todo lo que sea política. La palabra chorizo con su amplio halo semántico se aplica para política, negocios oscuros y delitos privados. #Cementazo es una categoría superadora que define exclusivamente la corrupción política. Esto permite simplificar un fenómeno complejo. No se trata de un signo, sino de un símbolo cuyo apelación a un significado etéreo y complejo muta todos los días. La simplicidad del referente lleva a lavar de sentido y contenido a la política y la convierte en un acto delictivo.

La política se reduce a la erótica del poder. A desear tener poder para influir, enriquecer, hacer negocios, usurpar. Es el deseo del poder por el poder, cual House of Cards a la tica.

#Cementazo

El hashtag #Cementazo fue construido en un medio de comunicación que lo ha usado para posicionar el tema en las redes sociales. Pero además ha servido para contener en una palabra el tráfico de influencias, la participación de diputados, funcionarios del Poder Ejecutivo y del Poder Judicial en un delito que si lo hubiera hecho alguien de «pedigrí» no habría trascendido. Necesariamente, usar #Cementazo es un intento de resumir una vorágine informativa que es casi imposible de procesar. Y esa es la clave. Que nadie entienda con claridad qué pasa, excepto que se refuerza la idea de que «todos en política son corruptos».

La función de #Cementazo es simplificar el razonamiento, no extender la discusión. No se trata de comprender la dinámica del poder, sino reducirla a un acto de corrupción. Según esta lógica, no existe otro propósito que la llegada al poder formal más que para ganar dinero ilegalmente. En ese sentido, este caso no es más que una profecía autocumplida que tiene un numeral.

Sin embargo, el concepto de #Cementazo se reduce a un actor: Juan Carlos Bolaños que anduvo viendo cómo lograba hacer las cosas más fáciles. #Cementazo no hace referencia a las Juntas Directivas de las empresas e instituciones públicas como botín político a cambio de dinero o apoyo en campaña. Y es que en esas Juntas Directivas se nombra gente que va a representar intereses particulares, no necesariamente a aplicar su conocimiento. Ese es el tráfico de influencias naturalizado que no se menciona en este caso.

Empobrecer el debate

El uso del #Cementazo ayuda a que la discusión se vanalice, se vuelva trivial y carezca de profundidad. Entonces el diálogo se reduce a generalidades como «ladrones», «corruptos», «ineptos», «son todos iguales», «el PAC, el PLN y el PUSC son la misma mierda» y demás frases de increíble simplismo. Así, el presidente pasó de ser una estrella de rock fulgurante a otro más de los ladrones. Si bien es cierto, esta es la base para empobrecer la discusión política, también es cierto que hay medios que trabajan para que esto sea así. Cuando la clase política desaparece como mediadora, los medios se erigen como representante de la voz de la gente. Esa es la nueva lucha de poder en la que estamos inmersos.

No en vano está lucha se libra hoy en Internet usando a las redes sociales como campo de batalla. En las redes el #Cementazo funciona a base de titulares. No leemos las noticias, leemos un título que no necesariamente se condice ni con la realidad ni con lo que está en la misma nota. Lo importante es que la gente reaccione, se enoje, comente, insulte y denoste el sistema. Lo fundamental es que crean en el medio, como canalizador de la verdad, no en los actores cuyas frases y acciones quedan fuera de contexto.

Rebajar la discusión, identificar culpables, simplificar un fenómeno complejo, destruir reputaciones, esconder el verdadero tráfico de influencias y promover intereses ajenos a los de las mayorías. ¿Quién va a confiar en un banco público ahora? ¿Quién va a querer pagar más impuestos después de que se ve «regalar plata» a un empresario? ¿Cómo sostener la obra pública a través de un fideicomiso? ¿Cómo vamos a seguir modernizando la economía con duopolios que ya no están en discusión?

El uso de #Cementazo es más que un golpe de cemento, un susto, una expresión chabacana; es un golpe al sentido común y una muestra de nuestra nula conciencia política.

 

Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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