La gente viajada siempre comenta las maravillas del servicio celular que hay en otras tierras más aventajadas que la nuestra. Esos lugares tienen la rara fortuna de contar con operadores privados de teléfono que tienen planes de adhesión y servicios que en nuestra isla estatizada no se conocen.
Por otro lado es fácil enterarse de cuán atrasados estamos gracias a la información imparcial y objetiva de los medios de comunicación, que además de repetir la profecía tecnológica de los liberales, nos muestran las maravillas que hay en otros países tan lejanos e irreales como Corea del Sur.
En fin, el asunto es que con eso de que “yo sí envidio los goces de Asia” a mi se me había llenado la cachimba de tierra y aunque se que todo eso es mentira necesitaba experimentarlo para ver si mi presunción de culpabilidad era válida o no.
Es por eso que ahora que tuve la suerte de viajar a un país que tiene una orografía bastante parecida a la nuestra me di a la tarea de hacer una comparación, desde la perspectiva del consumidor, entre el servicio del ICE y el de un operador privado. Eso sí, no usé equipo sofisticado, solo el pinche sentido común.
Decidido a probar las mieles del progreso tecnológico privado lo primero que hice fue llevarme el teléfono que uso en Costa Rica de manera que los parámetros de uso fueran lo más parecidos posible.
Para integrarme plenamente compré un servicio prepago, es decir que uno compra el mentado chip GSM con un monto consumible. La inversión inicial fue de unos 5 mil colones.
Mientras compraba la línea pude ver la gran cantidad de planes para adquirir línea, servicio y teléfono. No sólo es confuso, es carísimo.
Asesorado por los locales (mis sobrinas) terminé comprando la línea del proveedor que ellas usan porque sale más barato llamar entre usuarios del mismo operador (120 colones el minuto, en tanto en la tierra del devaluado ICE cuesta 35,00). Eso sí, si tenía que llamar a un teléfono de la competencia la llamada me sale un 25% más cara. No quiero recordar las tarifas de larga distancia (dentro del país) para no arruinar mis recuerdos de viaje.
Estando habilitado para comunicarme empecé a hacer uso de las llamadas, mensajes multimedia (MMS) e Internet que el nuevo servicio mostraba. Los MMS nunca llegaron a ningún lado (supongo que mi teléfono no estaba bien programado) y cuando tuve que recibir uno, tenía que entrar a un sitio de Internet para activarlo y luego recibirlo. Por dicha la ponen fácil… Nunca lo pude hacer.
Luego vino el tema de Internet. Habiendo configurado el teléfono empecé a navegar. Resulta que el servicio es lento… como debe ser porque el protocolo GPRS ES lento. Además las páginas que despliega son tan básicas como las primeras que se hacían en Internet y revisar el correo electrónico es una tarea titánica y carísima porque cada minuto de lenta conexión se paga con la sangre de la tarjeta con la que se cargó.
Referente a las llamadas tengo que confesar mi sorpresa: Son iguales que en Costa Rica. Cuando se entra a la zona montañosa hay interferencia y cuando se está en zonas llanas la cobertura es mejor. Es el principio básico de la FM.
Las llamadas internacionales resultaron ser carísimas, tanto que cuando llamé por dos minutos a Costa Rica el saldo de mi teléfono había experimentado lo que llamaríamos una hemorragia monetaria.
Al final de mi visita había hablado un 10% de lo que hablo en San José y gastado lo mismo o más de lo que gasto en un mes. Eso sí, recibí un mensaje invitándome a bajar timbres de artistas exóticos a mil colones cada uno, aunque nunca autoricé a nadie a que me contactara con propósitos comerciales.
Mi experiencia telefónica se vio enriquecida con los teléfonos fijos. Para llamar al exterior es necesario comprar una tarjeta que se carga al teléfono fijo. Luego de un protocolo de seguridad que puede llegar a gastar el teclado del teléfono, se carga un determinado monto de dinero que puede ser consumido en un plazo de tiempo limitado. De esa manera se gasta menos porque uno controla el consumo. Si uno lo deja por la libre cambia la tarifa y obviamente el monto del recibo.
En cuanto a Internet en el hogar la verdad es que estamos tan o más atrasados que en los servicios que arriba mencioné: Con lo mismo que usted paga por tener la velocidad estándar de Racsa en Costa Rica 1 Mb / 512 Kb, en la tierra privatizada solo podría pagar un cuarto de esa velocidad y con una lentitud que es prodigiosa.
También conocí los beneficios de la competencia. Dos empresas se disputan el mercado. El Estado las regula. La gente las padece. Realmente no existen opciones para el consumidor porque las empresas ofrecen los mismos planes con prácticamente los mismos costos. Eso se llama dúopolio, es privado y las ganancias no se quedan en el país, se van.
Después de esta experiencia maravillosa e iluminadora es evidente que la apertura de la que se beneficiarán tres o cuatro empresarios y políticos del país es exactamente eso: beneficencia para millonarios. Mientras que a un poco de ingenuos les han hecho creer que el servicio privado siempre será mejor, sobre todo si se es un nuevo rico que todo lo puedo deber.
Que al ICE hay que reformatearlo, ajustarlo y limpiarlo no cabe la menor duda. Que el ICE puede y debe ser mejor es una realidad. Que es necesario tener un ICE moderno que encadene a otras instituciones y empresas nacionales para ofrecer valores agregados y nuevas tecnologías es una obligación. Pero que debamos sacrificar una institución que ha servido como redistribuidora del ingreso solo para cumplir el sueño erótico de los que compran en Miami es tan absurdo como ciego.
Hace unos 15 años un amigo argentino me decía que él (como si fuera el dueño del país) prefería no pagar el costo de arreglar la entidad estatal de telecomunicaciones y que prefería la privatización porque así tendrían un servicio eficiente. Hoy cuando está pagando tarifas exageradas e incomprensibles se debe estar tragando sus palabras.
Es hora de bajarse de la nube privatizadora. El costo para los pobres del país producto de la apertura será salvaje porque una vez más el Estado se alejará de ellos (Como lo hace desde hace 25 años) haciéndolos más pobres, para que otros por fin dejen de masturbarse con la fantasía telefónica y reciban el fálico recibo de la realidad amablemente patrocinado por tres diarios, dos canales de televisión y dos radios.