Sin importar la aplastante victoria de Carlos Alvarado en las elecciones del 1 de abril, Fabricio Alvarado puede cantar victoria. Se convirtió en adalid de valores y antivalores que aglutinaron una coalición que representó un 39% del electorado. También ayudó a crear otra que equivale al 61% de quienes votaron. Fue el factor excluyente de la campaña y también logró condensar el descontento con el sistema político. Si dentro de cuatro años su nombre estará vigente es un misterio. Lo que sí podemos decir es que por amor o por temor a él, se movilizó una parte importante del país.
Esa noche de abril
Aceptémoslo, quien diga que esperaba una victoria contundente de Carlos Alvarado sin datos duros, deliraba. La noche prometía ser larga porque se esperaba un triunfo cerrado de quien ganara. Hasta hubo un periodista trasnochado que le preguntó al Presidente del TSE si pensaban «gasear» gente, previendo una batalla campal. Para quienes no lo saben, la Constitución establece el control de la policía por parte del Tribunal durante el proceso electoral.
Pero no fue así. El Tribunal Supremo de Elecciones y los votantes cerraron cualquier margen de especulación. En dos horas y con el noventa por ciento de las mesas escrutadas el resultado era lapidario: 60% Acción Ciudadana, 40% Restauración Nacional. Carlos Alvarado ganó por goleada y solo le quedaba a la afición rojiamarilla festejar. Los que usaron los colores de Boca Juniors (el mejor equipo del mundo, sin importar lo que diga Mr. Chip), fueron llamados a sumarse al festejo cauto o marchar a la casa.
WhatsApp ardió en memes y vinieron los discursos respectivos. Ambas intervenciones estuvieron flojitas, particularmente la del candidato ganador. Si bien es cierto Carlos Alvarado dejó en claro que lo que viene no es fácil, volvió a improvisar. Permitió que ajenos robaran la mirada de la gente, mientras él no supo dibujar una tierra prometida más allá de la palabra «bicentenario». El clímax fue su llamado a las instituciones a pellizacarse porque urge ponerse a trabajar, pero no llegó hasta ahí bien. No supo construir la urgencia, el sentido de necesidad. Usó su lenguaje ajeno y ampuloso frente a un público que pedía la emoción de la esperanza renovada.
Sin ser convocados a la transformación que necesita el país, nos fuimos a la cama enjuagados.
Párasitos que no son orquídeas
Pero quizás más importante que lo anterior, es pensar qué significa la victoria contundente de una coalición variopinta unida contra los antivalores que representa Fabricio Alvarado.
Más allá de los valiosos cuadros políticos y económicos que se sumaron a Fabricio Alvarado, el parasitismo político floreció en tierra fértil. Restauración Nacional no tenía con qué armar gabinete y, mucho menos recursos humanos con los cuales gestionar la política. Está claro que la maquinaria de Liberación decidió adherirse a un candidato débil e inseguro para poder cogobernar. Además, estaban listos para vengarse del PAC.
Junto a Liberación llegó una parte de la Unidad y con ellos los gordos de la política. Personajes con territorio, gente que les responde, pero carecen de ideales. Toman Whisky como si fuera resbaladera, cambian de amante por deporte y son perros fieles de un político con ambición. Su meta en la política es vivir de ella. La quieren como una esposa fiel que provee carro, casa y plata para pagar el guaro. Si la «Señora» los manda de diputados, presidentes ejecutivos o alcaldes no importa, el asunto es que deje. Ellos devolverán con lo que se les pida porque valen su peso en votos o convertidos en alfombra del jefe. Si es necesario tener al país en la ruina fiscal, pero al jefe protegido se hará.
Y esta vez, cual pulga sin perro, encontraron el pelaje dorado de un bicho sin mayor pedigrí que vagaba sin rumbo. El primer domingo de abril los gordos fueron livianos como una pluma. Dejaron de ser importantes porque la gente se movió sola en sus territorios. El «gobierno nacional» tiene una oportunidad de oro de hacerlos a un lado poniendo una báscula de sentido común a la entrada de los aspirantes a algo.
Ohhhh, soy un perdedor, I’m looser baby…
Esta elección es la de los grandes perdedores. Perdió Liberación cuando sus cuadros políticos y liderazgos visibles le dieron el apoyo a Fabricio Alvarado. No solo querían el poder, querían echar y humillar al PAC. Es la cuarta derrota en elecciones presidenciales que tiene Liberación Nacional en 8 años, esta vez por interpósita persona. Más aún, arriesgaron sus territorios, el poco capital político que tenían y sus liderazgos regionales por una causa que no era suya. ¿Les pesará en las municipales?
Perdió la Iglesia Católica cuando le cedió a Fabricio Alvarado la iniciativa política e ideológica del discurso moral. También perdió cuando la fanaticada sancarleña se apoderó del tema de las guías de afectividad. Y el domingo, se quiera o no, se legitimó la agenda de derechos humanos. Si bien es cierto, un 40% representa una oposición garantizada al tema, hay una juventud movilizada que puede hacer frente a lo que venga.
Otros perdedores como Otto Guevara (el Candidato Serial), Álvarez Desanti, Johnny Araya, Mario Redondo y arrimados de menor cuantía, aspiraban a salir de cuidados intensivos estando en la foto ganadora. Si bien es cierto en política los muertos siempre gozan de buena salud, poder alejar a estos personajes por un tiempo después del 8 de mayo es como un sueño hecho realidad para cualquier gobierno.
Opol perdió cualquier credibilidad. No solo fue puesta en evidencia con la trama del carro decorado con los colores de Boca, sino que pifió enormemente. Con un +/- 33% de diferencia entre sus pronósticos y los resultados de la elección reinventaron el margen de error.
Los troles y la fábrica de memes que estuvo al servicio de Fabricio, también perdió en segunda ronda.
¿Qué ganó Carlos Alvarado?
Si bien es cierto Carlos Alvarado no ganó solo y la estructura territorial del PUSC fue clave para darle la victoria en Guanacaste y Alajuela; no es menos cierto que movilizó a una nueva base de jóvenes que quieren tener voz y voto en la política activa. La Coalición por Costa Rica es el recambio generacional de la política costarricense, no Carlos Alvarado. Es el primer movimiento digital que entra en la vida real nacional.
Son la primavera tica que quebró con el acartonamiento de los partidos tradicionales. Se apuntaron a una agenda nacional e incluyeron temas relevantes para menores de 35 años. Si Carlos Alvarado sabe mantener ese capital político activo tendrá un repelente a la corrupción y a cualquier intento por salirse del acuerdo nacional. Otra cosa es que los coaligados en la red quieran seguir juntos y activos después de la elección que no es un dato menor.
Pero Carlos Alvarado se ganó con el 60% el derecho a marcarle la cancha a la oposición. Si bien es cierto no le dieron un cheque en blanco, tiene más legitimidad que su predecesor porque le ganó a una oposición visible y aglutinada. Tiene descolocados a la mayoría de los medios y a «los analistas». Pudiendo armar un gabinete sano a partir de un programa, puede llegar más lejos que ningún otro presidente.
La presunta debilidad del nuevo presidente es la Asamblea Legislativa. Restauración decía tener 40 votos. Esa mayoría automática se acabó. El gran decisor será Liberación siempre y cuando tenga un liderazgo agiornado. La política nacional cambió para siempre y entre más rápido nos enteremos mejor.