Cada eliminatoria rumbo a los mundiales es la misma historia: repetir el «Aztecaso», golear a México en San José y, si se puede, eliminarlo para que sea doblemente satisfactorio. Eso nos convertirá en la potencia del área, nuestro destino manifiesto. No importa que la Uncaf la perdamos miserablemente con una banca que no tenemos.
La fijación con México cansa. Es el cuento de cada cuatro años y de la industria vende humo del periodismo deportivo. ¿Cuál es la ganga de ganarle a México? ¿En qué cambia nuestra vida? ¿Acaso es una misión de dignidad nacional? Sinceramente a veces no se puede con tanta mamada radiofónica y televisiva.
Empecemos por decir que el martes empatamos con México porque Marco Ureña tiene los astros alineados y está en una fase que si mira mal a un portero le hace un gol con los cordones de los tacos. Hace tres meses querían quemar a Ureña porque no hacía un gol ni en el Arco del Triunfo. Dos semanas atrás la Selección era el monumento al signo de interrogación. Después de la mejenga con los gringos era la reencarnación del Brasil de 1970. Esa bipolaridad liquida el disfrute sano del espectáculo, lo contamina.
Línea de cinco
El martes Costa Rica no se vio bien. Es cierto que a los 15 segundos después de una jugada planificada Bryan Ruiz casi hace un golazo. Pero después nos volvimos humo. Nadie apretó a Ochoa para que sacara rápido; perdíamos la pelota en la media cancha y los mexicanos en dos pases estaban frente a Navas; nos apretaron por donde quisieron; jugamos al pelotazo; los nuestros se pusieron nerviosos y de la forma más insólita no hicieron un gol, que no fueron más porque Navas es muy carga.
Pero lo importante, lo fundamental fue ver cómo, otra vez, a una selección costarricense la tuercen cuando la aprietan en la marca. Nos ha pasado mil veces y mil veces no aprendemos. Entonces los jugadores se desconcentran y la camiseta del frente empieza a pesar. Y si es la de México pesa más.
El tema no es si se juega con línea de cinco, se sale con un 4-3-3 o un 1-9-1, lo que pasa es que se juega contra México. Y los partidos contra México son partidos contra nuestros propios demonios, contra nuestros propios complejos de inferioridad. Cuando toca jugar bola con los charros brota el chauvinismo, el nacionalismo barato y un puto resentimiento contra los mexicanos que habla de cuan poca cosa tememos ser.
Cómo juegan los medios
El ritual de las clasificaciones al mundial incluye el «riguroso» análisis de algunos periodistas que nos dan por clasificados de entrada. Otros más mesurados hablan del proceso y algunos serios esperan a que pasen los hechos. Lamentablemente los «analistas de monotemáticos» son los que suenan por todo lado. Son los que hablan del «Aztecaso II», los que venden una selección invencible después de Brasil y que permanentemente citan a los mexicanos esperando que por fin se dignen a decir algo bueno de nosotros.
Reviven las estadísticas, el carácter casi invencible de México, pero que esta vez está listo para la foto.
Con los uruguayos tuvimos nuestra justicia poética, después del «Costa Pobre». Pero con México nunca alcanza. Es cierto que la prensa mexicana es chauvinista, menosprecia a Concacaf y lo dicen sin ambages. Problema de ellos. Los periodistas ticos tienen que dejar de comportarse como adolescentes que buscan aprobación permanente y crecer de una vez. Asumir sus errores y aprender que SU ansiedad no debe ser la nuestra.
Son los maniqueistas que nos pintan a la Sele como un barco naufragando o el futuro campeón del mundo si le ganamos a los gringos de visita. Crean expectativas desmesuradas en la gente porque «ellos» saben.
Crucifican al equipo durante el partido, pero en el análisis posterior todo cambia por un gol. El golazo de Ureña y la pelota en el tubo de Venegas fueron el resumen del partido. Nadie habló que Venegas entró haciendo faltas cada vez que tocaba la bola, o que se sintió responsable de salir a ganar el partido él solo. El mismo problema de carácter que teñía Campbell y nadie atiendio oportunamente. Son dos jugadorazos, pero ¿Quién los ayuda en lo psicológico?
Por último, un saludo a toda la afición
Ojalá que la próxima vez que juguemos contra México revivamos las escenas finales del partido del martes: Chicharito y Navas cambiando camisetas y hablando como compas. El saludo entre muchos jugadores que se conocen por jugar en Estados Unidos o el saludo del Macho con Osorio. Ojalá repararan en la forma respetuosa en que Óscar Ramírez habla de Osorio y los demás entrenadores.
Sería lindo que aprovecharan estos meses para que se pagaran a ver. Quizás un psicólogo o un coach los ayude a superar el trauma que tienen con México y nos dejen vivir en paz a los demás. Y que no digan que si uno quiere mejor no los ve o los escucha, porque desde un mes antes hablan del tema, pican a la gente con las opiniones de los periodistas mexicanos como si fueran importantes, hablan todo el día de lo mismo y el día del partido transmiten desde las seis de la mañana. ¡Son inevitables!
Así que sería bueno que asuman su responsabilidad y, en vez de sembrar odio contra México y alimentar una rivalidad que solo existe para nosotros, promuevan un ambiente de sana competencia en un deporte que todos amamos y a un equipo al que todos queremos ver hacer siempre lo mejor, sin importar el resultado: la Sele.