Es la figura más aterrorizante que haya aparecido en la historia de la comunicación. En él se mezcla juventud, inexperiencia, arrogancia e ignorancia. Hace el trabajo de otros a precio vil. Se le llama para hacer tareas complejas que con su «compu» hace de forma rudimentaria con resultados cuestionables. El sobrino sabe de videos, gráfica, páginas web, redes sociales, medios y todo lo demás, aunque produzca porquería. No importa, la tía o el tío son más ignorantes que él y todo lo aprecian.
El sobrino no sabe de comunicación, de conceptos, de asociaciones simbólicas, tampoco sabe de semiótica. El sobrino solo sabe que cuando le dan plata en efectivo es para pegársela el fin de semana.
Son una epidemia que arrasa con todo trabajo decente que esté disponible. Trabajan desde casa, no pagan servicios, alquileres, cargas sociales y probablemente tampoco impuestos. Han tirado los precios de los servicios por debajo de la línea de subsistencia y muchas empresas lucran torpemente de esta lógica.
«Yo tengo una sobrinilla que lo hace por menos»
Sin importar la experiencia, el conocimiento y la calidad; aquí, en Pesetalandia lo que importa es que todo salga barato, de preferencia gratis. Entonces aparecen los «emprendedores» que buscan su logo a $50 dólares. Como nadie medianamente cuerdo se los da, lo buscan en Internet y lo encuentran. Entonces, vuelven donde el profesional con ínfulas de «ves que sí se puede» y dicen: «arreglámelo por $25». La respuesta en esos casos debería ser «andate al carajo de gratis»; pero decencia obliga y se responde «estoy ocupado, hacelo con alguien más».
Entonces aparece la figura de la sobrina o sobrino que no sabe un pito de nada, pero maneja herramientas digitales. Y entonces el güila va y hace «el logo», el folleto, el rótulo, el volante y todo lo que se le pida «de acuerdo a la visión» del ignorante que le ordena. Peor aún, el ignorante ve un video en Internet sobre un tema y cree que ya sabe de diseño, mercadeo y comunicación. Esa visión lo lleva a meterse junto al sobrino en la computadora y «trabajar» a su lado hasta que sale un producto a su gusto, no de acuerdo a lo que necesita el negocio. Obviamente, si algo sale mal, como las inevitables faltas de ortografía, serán culpa de la hija de mi hermana.El
El sobrino cobra menos porque «fusila» fotos de Internet, porque muy caro pagar $20 dólares por una de stock. Ni bajo los efectos de la droga contratar a una fotógrafa… salvo que sea el sobrino. Y como la criatura «sabe de Internet» que haga la página de féis. Claro, no diferencia entre un perfil y una página comercial, pero no importa porque el tío ignorante quiere verse en Facebook.
La sobrinilla que lo hace por menos entrega un producto de mala calidad, pero que a ojos de quien lo contrató funciona porque es un reflejo de su mal gusto.
La ignorancia del sobrino… y sus tíos.
Si bien es cierto es muy difícil competir contra los precios bajos, es más difícil competir contra la ignorancia que deriva de la arrogancia de quien cree saber algo en lo que es claramente un incompetente. La creatividad tiene precio. Una idea genera millones. Sino que le pregunten a la chica que hizo el logo de Nike hace casi cincuenta años por $75.
Pero al tío, la tía, el sobrino, la sobrina y demás familiares eso les vale un pito. Porque para ellos lo importante es el precio bajo, no el valor de lo que están construyendo. Una marca se cuida desde antes de nacer, no desde el bolsillo. Una marca malparida, no puede aspirar a más allá de vivir en una estética miserable y en el desprecio de la falta de reconocimiento.
Las buenas ideas no nacen con los fórceps de falsas promesas de mejores tiempos por venir. Las buenas ideas requieren tiempo, trabajo intelectual, discusiones y habilidades varias. El resultado siempre será mejor, sostenible en el tiempo y fundamento de un buen negocio.
No obstante, vivimos bajo la dictadura de los ignorantes. De esos que creen que porque ahorraron 200 colones en la impresión de una tarjeta, acaban de convertirse en genios del negocio. No importa que esos coloncitos implicaran una mala calidad de impresión, el uso equivocado de tipografías y romper una línea gráfica. La avaricia da un sentido de logro proporcional a la torpeza que la impulsa.
Así que la próxima vez que usted vaya a sacarle a un comunicador o comunicadora el expediente del sobrino o sobrina que lo hace por menos, sería bueno que recuerde estas sabias palabras: ¡Váyase al carajo de gratis!