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REFLEXIONES de inodoro

Entrar a un baño público y encontrar los depósitos de terceros en el inodoro, dista mucho de encontrarse una tarjeta olvidada en un cajero. En el segundo caso uno puede ser un «héroe» de la honradez devolviendo la tarjeta y la esperanza en la humanidad al olvidadizo cliente.

Pero, la costumbre de algunos tipos (desconozco el baño de las mujeres) de hacernos responsables de sus cagadas o meadas nos convierte en mártires de la higiene.

Salen del cubículo con la satisfacción del deber cumplido, pero sin asomo de vergüenza por lo dejado atrás. ¡Hay que ser carebarro! Lo único que hace falta es que haya que sacudírsela. Parece que no superaron la era del excusado de hueco o que para ellos jalar la cadena es un asunto de ingenieros.

O los que no saben levantar la tapa y la dejan orinada parejita. Si hay orinal ¿Qué tenés que hacer orinando en el inodoro? ¡Atrás puede venir un tipo al que se le sale el güila y vos demorando el parto! Peor aun ¡Ensuciando el quirófano! Eso no es de Dios.

¿SE PUEDE COMBATIR A LOS TERRORISTAS DEL BAÑO?

A lo largo de los años he pensado en cómo sancionar esta conducta sediciosa, pero mis tácticas han carecido del menor de los éxitos. Intenté la forma educada de pedir que jalen la cadena, pero me topé con la mirada de «porta mí». Luego intenté el enjache: lo mismo solo que sumando el silencio que antecede a los duelos del Viejo Oeste.

Luego pensé, nunca ejecuté, medidas de guerrilla sanitaria. Por ejemplo, vaciarle el basurero del papel higiénico en la cabeza: muy arriesgado, cuando no suicida.

Después consideré la embarrada pero de solo pensar en cómo se consigue el material queda descartada. Lo mismo con la pringadera. Al final, me quedé con que la única sanción que me queda es pensar: «Meliobro» a este cabrón.

Sin embargo, sabiendo que la sabiduría colectiva es más fuerte que la individual, se escuchan alternativas.

Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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