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Las próximas elecciones en Costa Rica, además de políticas son existenciales. Suena dramático y hasta rimbombante; pero me atrevería a decir, que nos jugamos la clasificación a la próxima etapa de la humanidad.

¿Cómo existir en un mundo que se está refundando? Esa es la pregunta que deberíamos tratar de responder mientras pensamos por quién vale la pena votar… si es que lo hay.

La forma de la oferta electoral desanima. Asistimos a una partida de cromos de preadolescentes políticos pensando con las hormonas. Porque, aceptémoslo, es como pintan estas elecciones.

Mientras, en el mundo real, hay actores de todo tipo calculando sus próximas treinta movidas en un ajedrez multidimensional. Allí, se superponen las variantes de un virus, las nuevas complejidades en la logística internacional, hasta la inflación agregada por los commodities; pasando por la nueva matriz energética planetaria.

La postración intelectual de nuestro sistema político frente a la crisis civilizatoria más importante después de la Segunda Guerra mundial, ha sido palmaria. ¿Cuál actor político busca las preguntas que definirán nuestra existencia en los próximos 50 años?

La respuesta a la pandemia inicialmente colectiva, se convirtió en un “sálvese quién pueda” tan patético como inhumano. Al tiempo que en la Asamblea Legislativa se jugaba a la política de cortísimo alcance que ve ganancias en la conducta servil y el sabotaje; pensando en elecciones imaginarias.

Con aspirantes al poder formal carentes de profundidad intelectual, sin un ápice de visión de futuro y con miedo a la innovación; estamos obligados a pensar en lo que ellas y ellos no harán.

Elecciones para la posnormalidad

Hay un antes y un durante en la pandemia, una posnormalidad. Después de un período traumático como el que estamos atravesando y cuyas consecuencias aún son imprevisibles; es difícil siquiera pensar en una nueva normalidad.

Nuestras generaciones hablarán de este golpe en el tiempo: de ese histórico antes y del incierto después. Y, sin embargo, la vida nos ha puesto en este interregno que nos obliga a crear las condiciones para salir mejores después de la pandemia.

De ahí la importancia de pensar por qué y por quién vamos a votar en las elecciones de febrero. ¿Bastará con títulos universitarios cuando la situación demanda habilidades intelectuales y sociales diferentes? ¿Alcanzará con hablar de libertad absoluta cuando lo que nos espera es la acción de fuerzas que ni imaginamos? ¿Necesitamos de personajes artificialmente iluminados para echar más oscuridad en la incertidumbre?

Si hay algo que nos enseñó este período legislativo, es que no podemos volver a meter al Redondel de Zapote en la Fortaleza de la Soledad de Cuesta de Moras. Ante la ausencia de candidaturas presidenciales de fuste, necesitamos un Congreso superador. Por eso, estas elecciones son; entre muchas otras cosas, sobre la Asamblea Legislativa.

No podemos darnos el lujo de otra presidencia débil, desorientada y sin músculo político; con una contraparte legislativa floja de papeles, sedienta de venganza y llena de egos débiles que se creen presidenciables. Seguro que hay excepciones a esta afirmación, pero distan mucho de ser la regla.

Preguntas para pensar y votar

Independientemente de quiénes gobiernen en el próximo cuatrienio deberán enfrentar y resolver crisis que se han dejado acumular. Quizás la contradicción más importante que no hemos abordado es la del Estado y el mercado.

Desde los ochenta se impuso la idea equivocada que el Estado no debía más que reducirse. Eso solo creó focos de resistencia burocrática, clientelismo, corrupción e ineficiencias. El capricho mercantilista y la épica del triunfo individual no alcanzan para resolver lo que viene. Tampoco alcanza tratar de llenar todo con el Estado de los sesenta.

En otras palabras necesitamos preparar un nuevo sistema económico eficiente, solidario, ecológicamente responsable, tecnológicamente flexible y humanamente viable. Nada más.

¿De qué manera financiamos ese nuevo modelo de desarrollo? ¿Cómo debe ser un sistema tributario justo y equitativo? ¿Podemos lograr un sistema impositivo progresivo y tecnológicamente flexible?

Si las profesiones del futuro no se han inventado y el sistema de producción expulsa mano de obra ¿Podemos reeducar generaciones formadas precariamente? ¿Hasta dónde prepararnos para vivir y hasta dónde para trabajar? ¿Qué tan dispuestos estamos a aceptar que cada persona aprende diferente? ¿Cómo convertimos a la creatividad en un eje metodológico? ¿Podremos recrear al o la docente? ¿Cuáles universidades están en capacidad para desarrollar currículos flexibles?

Y, mientras estamos en eso, ¿Qué hacemos para aumentar la productividad de alimentos? ¿Cómo creamos espacios resilientes al inevitable cambio climático? ¿Dónde creamos una nueva frontera agrícola en las ciudades? ¿Podremos fusionar agricultura con edificios? ¿Quiénes serían los y las arquitectas que crearán esos edificios?

¿El balance entre ambiente y producción? ¿Transporte eficiente para las personas? ¿Nuevas vías de movilidad dentro de las ciudades? ¿Vivienda accesible, saludable y ambientalmente responsable?

Son muchas preguntas, y quizás no tengamos las respuestas a cada una; pero si nos las planteamos ¿Quién se preocupará por encontrar e implementar las respuestas?

¿Cuánto nos marcó la pandemia? Bonus track

Alicia Stolkiner, psicóloga argentina explora cuánto nos ha marcado la pandemia. ©Marca De Radio. 2021.

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Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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