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Va uno por la vida fingiendo indiferencia, cuando de repente le toca padecer esas actitudes de «yo todopoderoso». Son esos que andan hablando de su libertad de escoger si van en Uber, en ubre o en taxi. Esa gente afectada por la arrogancia de tener que cree que su derecho fundamental es comprar y no vivir. Que si no consiguen el aguacate hass mexicano entonces su vida no tiene sentido porque no pueden escoger libremente qué comer. ¡Seás mío!

Y se rasgan las vestiduras digitales en cuanta red social existe exigiendo que se acabe nuestro atraso mental y subdesarrollo económico. ¡Pecadito! Porque es culpa de los «otros», de esos que gobiernan que no seamos cool, que no tengamos la seguridad para Uber o que no se consiga aguacate mexicano.

YO QUIERO PODER ELEGIR

Han sido décadas de alienación ideológica creando la noción de libertad a secas como sinónimo del progreso último de cualquier sociedad. ¡Venime! Una sociedad avanzada es aquella en la que sus integrantes van al súper y compran aguacate mexicano porque eso los hace libre; no importa si en el proceso me llevo a los productores nacionales ineficientes. «Porque yo no tengo porqué pagar la ineficiencia de nadie», dirían con contundencia.

No importan que les den por la cabeza con la Carretera a Caldera, que les cobren demás en restaurantes por productos de mala calidad, siempre que sea fashion. El tema es elegir, no importa qué tan mal se elija.

¡Cómo cansan estas fieras de la libertad!

No saben de petróleo, no entienden de la formación de precios, pero se llenan la boca diciendo «¡No más Recope!«… porque quieren escoger. No les importa la agricultura, no conocen un ápice de seguridad alimentaria; pero hablan del proteccionismo como si fueran especialistas… porque sino les limitan el derecho a escoger.

Es la fantasía adolescente en la que consumir es la expresión máxima de la condición humana. Soy persona, si consumo para reafirmarme teniendo aquello que otros no tienen o potencialmente pueden tener. ¿En serio es libertad?

Ahora el sujeto (la persona) es un objeto que se exhibe ante los demás para ser aceptado, porque su existencia depende de su capacidad de tener. Y es que se ha instaurado la ilusión que solo el mercado puede proveer la felicidad irrestricta en forma de voucher.

Entonces si estos personajes no compran algo cuando, como y donde lo quieren es como si violaran sus derechos humanos. Los derechos individuales del consumidor quedan a la altura de los derechos humanos. ¡Agarrate Catalina!

CUANDO TENER ES SINÓNIMO DE SER

Abandonar la condición humana y perder la subjetividad buscando pertenecer a algún grupo homogeneizado altera nuestra conciencia. La persona ve su entorno como un espacio de competencia y edonismo; no el espacio de colaboración y ayuda que se supone es una sociedad. Lo colectivo se divide en millones de piezas sin un interés común, más allá que el modelo económico. Así emergen los nuevos «intereses colectivos» asociados.

Entonces viene el desmembramiento de lo social. Odio al sindicato, indiferencia ante la cooperativa o la típica de hacerse el maje con el barrio. Ni qué decir con la Asociación Solidarista que es un ahorro obligatorio, nada más. El compromiso es mal visto. Se puede estar comprometido con una marca, con un producto pero nunca con los demás. Para comprometerse con los otros se necesita el consumo de lástima legitimada por televisión (huracán Otto, Sueño de Navidad); pero es imposible acercarse a un extraño si no hay algún tipo de profilaxis emocional o física.

La otredad es sucia, incómoda, molesta. Preocuparse por el otro significa reconocerse a uno mismo como persona, con sus virtudes y defectos. Y en una sociedad que afirma la perfección a través del valor de lo que se tiene, verse en el espejo es tan peligroso como el otro que no puede ser más que un competidor en la agotadora lucha hacia el éxito. Entendamos que le éxito es algo así como ser una Khardashian con tres nalgas.

Por eso cuesta entender la política como algo decente. Por eso, los candidatos mienten abiertamente con atributos que no tienen. Esa es la razón por la que un candidato es un producto (no llega a marca) de consumo y los votantes consumidores no pensantes. La votación es un acto emotivo, irracional de consumo; no la concreción de un contrato entre una sociedad y una dirigencia. Porque si fuera así, se necesitaría pensar, informarse, razonar, entender la posición del otro, tragar sapos con quien piensa distinto y reconocer al pobre. Y eso no es cool.

¿QUÉ ES LO QUE VERDADERAMENTE SE ELIGE?

Si mi preocupación es poder elegir entre el aguacate mexicano y el costarricense, entonces no estoy eligiendo sobre lo que está en juego. Mi elección es entre ayudar a crecer al productor nacional que va a generar cadenas de valor internas que son más extensas que las de los importadores. ¿Estoy pagando más? ¿Cuánto pago demás por usar un jean que tiene una marca y no otra? La decisión no es de consumo, es de proyecto de país.

La elección implica una perspectiva ideológica. Renunciar a la discusión de fondo es lo que buscan los adalides de la «libertad extrema». Para poder elegir lo que realmente le conviene a una persona y al colectivo se necesita información y eso se nos ha negado sistemáticamente desde hace años. La razón es la necesidad de ver la vida desde un solo costado. De esa manera, quien elige cree en una falsa libertad porque ve una realidad sesgada y limitada.

Por eso la reacción furibunda de la gente «nice» cuando se quiso quitar a Uber. No importó que entrara a la fuerza, violando la ley y ensuciando a las autoridades con su accionar. Lo que importaba era que el Estado frenaba la «sensación de modernidad» que hay detrás de las formas de Uber.

Abro un paréntesis: no voy a entrar a defender a los taxistas, como tampoco a desmenuzar el «modelo de negocio» de Uber. Ambos son cuestionables.

Entonces, cuando es más importante escoger un aguacate que a un Presidente, la sociedad demuestra que ha decidido colocar sus prioridades en un modelo económico que excluye a quienes menos tienen, que renuncia a la inteligencia, que entienden al Estado como un estorbo y, por ende, ignora el rol de equilibrio que juega el Estado entre las fuerzas políticas, económicas y sociales.

Así que, cuando vayamos a votar no nos enojemos si el aguacate viene podrido y es importado.

Chomsky lo dice mejor en este video, pero uno siempre quiere hacer ver que se le ocurrió primero.

 

 

 

Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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