Me preparo para arder en los infiernos del consumismo luego de proferir las siguientes blasfemias crediticias. Me llamó poderosamente la atención el artículo publicado por La República el 18 de mayo: la deuda en tarjetas de crédito es de 1,1 billones de colones. En términos técnicos es un tanate de plata, el 3% del PIB para ser exactos.
Durante años el sistema financiero ha emitido plástico como si fuera la fábrica de chocolate de Willy Wonka. Y las han colocado como confites en una fiesta de güilas. Las tasas de interés de muchos emisores rondan el 50% en colones y hasta el 38% en dólares. ¿Se imaginan una utilidad del 33% en dólares sin contar la devaluación? ¡Con razón tenemos un bejuco que le da la vuelta a la tierra 17 veces!
Lo que lamentablemente no dice la nota es cuánta de esa deuda es en dólares y cuánta en colones.
¿POR QUÉ NOS EMPLASTICAMOS?
El modelo económico que rige en Costa Rica ha destruido el mercado interno precarizando los trabajos y reduciendo salarios. La disminución en el poder adquisitivo de la clase media la ha empobrecido y ha creado una contradicción entre sus aspiraciones de consumo y sus verdaderas posibilidades. Ese precipicio económico se ha intentado llenar con una arena movediza compuesta de plástico. El resultado es capas medias altamente endeudadas y con poca capacidad de pago. Lo que sigue son noches sin dormir tratando de encontrar una salida al laberinto de intereses. Después las llamadas permanentes para que la persona se ponga al día.
Bien se puede argumentar que es responsabilidad de cada cual recibir o solicitar una tarjeta. Sin embargo, la presión por consumir y las «facilidades» y «beneficios» asociados a las tarjetas empujan su uso. Descuentos en consumo suntuario, planes de lealtad cuya aplicación práctica puede ser limitada y pagos con 0 interés crean la ilusión de que la tarjeta trae beneficios infinitos, además de la falsa sensación de riqueza asociada a su uso.
No se trata de exculpar a quienes usan las tarjetas sin freno. Pero es necesario poner en su correcta dimensión el fenómeno del consumo y cómo incide en el endeudamiento. Esa lógica de «Tengo, luego existo» no hace más que agregar leña seca a una hoguera que se está saliendo de control. En Costa Rica, al igual que en otros países de la región, ya se está usando los pagos en cuota y sin interés para compras básicas. Esto indica que la gente está especulando con sus ingresos y que sigue pateando la bola hacia adelante. Pero cuando la pelota se haga de piedra el país va a quedar con ambas piernas enyesadas por años.
HORA DE REGULAR LAS TASAS
Desde hace años existen iniciativas legislativas que pretenden regular el mercado de las tarjetas de crédito. Sin embargo, esas iniciativas progresan como un cangrejo depresivo. Los intereses financieros asociados a este negocio no permiten que se de una discusión de calidad y realidad. Como dijo el expresidente argentino Néstor Kirchner «los muertos no pagan deudas». Y cada vez hay más cadáveres financieros. Para cuando alguien cae en bancarrota sus deudas han sido más que pagadas por haber cancelado intereses sobre intereses. Esa avaricia no puede seguir rigiendo la colocación de crédito tan riesgoso como las tarjetas.
A valores de hoy las principales tasas de referencia tienen valores que no se condicen con lo que cobran los emisores. Por ejemplo en dólares la tasa Prime es del 4,0% , mientras que la Libor a 6 meses está en 1,415%. No importa por dónde se lo vea, nadie se fondea en dólares a tasas que justifiquen un 38% de interés. Mientras tanto, la Tasa Básica Pasiva es de 4,55%. Esto quiere decir que hay emisoras cobrando más de 10 veces el promedio de lo que se paga por ahorrar.
El Estado debe establecer topes a las tasas de interés de las tarjetas de crédito, además de regular a cualquiera que quiera prestar dinero desde el afiche de un poste. Esos topes se definen técnicamente como una cantidad de puntos porcentuales sobre la Tasa Básica Pasiva y sobre una tasa de referencia internacional para el dólar. La Asamblea Legislativa ha fallado miserablemente en esto aumentando el riesgo de una crisis económica de grandes proporciones, a cambio de estimular un consumo suntuario y una ruleta financiera que parece no tener límite.
LEY DE QUIEBRAS
En Costa Rica no hay forma de quebrar y salir de forma ordenada de esa condición. Mucho menos, si se trata de una persona de carne y hueso que ni devolviendo lo que no tiene puede hacer frente a las acreencias. Si creamos un marco legal que facilite una salida sana y responsable de la quiebra no habría préstamos leoninos a gente que no puede pagar. Quiero insistir en lo de responsable. Nadie puede ir a la quiebra para eludir su responsabilidad, pero se necesitan mecanismos para salir en paz de las deudas.
Algunas voces defensoras del libre mercado gritarán porque entonces esto reducirá el acceso al crédito para los pobres. Sí, debe ser socialmente reconfortante que los más pobres de este país se estén financiado a tasas que triplican a las que pagan los de mayor poder adquisitivo.
De la misma manera, el Estado está obligado a regular a las garroteras y sancionar el préstamo mafioso. El mercado informal de crédito es enorme y opaco. Ahí no solo se mete dinero del narco, sino que quienes acuden a él son personas desesperadas que al final pueden terminar muertas. El delito que se persigue son las amenazas, no la usura de un 100% mensual.
Aquí no se trata de acusar a quien presta dinero, porque tiene derecho a hacerlo. De lo que se trata es que se haga en condiciones justas para todos y que su impacto sea positivo para el conjunto de la sociedad. Con un desempleo del 9%, salarios a la baja y financiamiento insostenible no hay mercado interno que aguante ni economía que resista.