Esta semana se cumplieron los famosos primeros 100 días de gobierno de la presidenta Laura Chinchilla. Entonces, un nutrido grupo de opinadores se dedicó a «analizar» lo actuado hasta ahora. Los comentarios pasaron de lo sublime a lo ridículo con una facilidad pasmosa tratando de cumplir con la tarea «light» de evaluar lo que ha hecho un gobierno y tratar de adivinar como van a hacer los otros 3 años y nueve meses.
Como de costumbre los columnistas «informados» hacían interpretaciones barrocas como si «la gente» estuviera pendiente de lo que hace la presidenta. Quizás, hay más personas pendientes de la salud del esposo de la señora Chinchilla que muchas decisiones de gobierno y no lo digo en broma.
Sin embargo, lo que motiva este comentario no es hacer otro análisis pueril de los 3 meses y diez días de gobierno. Tampoco identificar aciertos, novatadas o pleitos de corrillo como el de la Asamblea Legislativa y la Ministra de Salud. Lo que realmente me motiva a escribir es el subtexto de muchas de las críticas contra la labor presidencial: La presidenta no tiene huevos. Le falta carácter, le falta un rumbo.
LA FALTA DE AUTORIDAD
Resulta que los abanderados del liberalismo, de la reivindicación del individuo por encima de lo demás necesitan una mamá que les diga qué hacer. Más aún, reclaman que «el estilo conciliador» de la presidenta ha ido muy lejos y nos está llevando a la parálisis. En otras palabras, es volver al «pachequismo». Porque parece que se necesita alguien que nos diga qué hacer.
Aclaro de una vez. Personalmente tengo serias diferencias ideológicas con la Señora Presidenta, no creo que la visión privatizadora y liberal de la economía sirva para resolver los problemas de desigualdad en los que vivimos, como tampoco comparto la idea que nuestro Estado debe existir en función de las necesidades de la empresa privada: educar mano de obra, curar mano de obra, transportar mano de obra, etc.
Sin embargo, se me hace difícil tragar la ignorancia de quienes evalúan la acción de una persona desde un ideal de ejercicio del poder. Costa Rica ha carecido de liderazgo desde hace muchísimos años, tanto así que hizo falta que viniera un Napoleón disfrazado de paloma mensajera de la prosperidad para recordarnos que el liderazgo también puede ser perverso.
En Costa Rica, como en cualquier parte del mundo, cuando se apunta hacia una dirección existirán fuerzas en contra. Sostenerse frente a ellas inteligentemente es lo que hace a un líder. Imponer esa visión destruyendo la democracia al retorcer instituciones es lo que hace un tirano.
ANALIZAR DESDE EL PATRIARCADO
Por eso, cuando se compara a Laura Chinchilla con el ideal de ejercicio de poder basado en el carácter masculino que todo lo impone, que no acepta el cuestionamiento, que necesita reafirmarse a partir de la descalificación y que solo reconoce como válidas las ideas propias por su carácter mesiánico; ofende, molesta y denigra a la mujer. Sí, la denigra porque las mujeres tienen otra forma de ejercer el poder, otra forma de resolver las cosas.
La ideología patriarcal que replican los medios de comunicación solo reconoce al varón en el ejercicio del poder. Entonces, cuando una mujer ejerce el poder formal fuera de la casa debe hacerlo enfundada en pantalones o traje sastre, fumando y con un claro desdén por los sentimientos y las formas humanas. Así, cuando una mujer ejerce el poder como lo manda el esquema patriarcal ella es una «Dama de Hierro». Es decir, es un hombre con vagina en un cargo público.
Entonces, una mujer sensible, que escucha, que se preocupa por entender, que reconoce que se equivoca y que hecha para atrás cuando se equivoca; dentro de este esquema de pensamiento; resulta ser una persona sin liderazgo porque no tiene la arrogancia de disfrazar sus errores y sentimientos.
¡Como los hombres!
Para ejercer el poder no se necesita un pene, no se necesita ser insensible o indiferente ante el dolor humano. Se necesita tener la inteligencia para administrar talentos en pos de un fin superior para toda la sociedad. En ese sentido, concertar no es claudicar. Es saber reunir fuerzas para poder alcanzar objetivos políticos. Puede uno no estar de acuerdo con lo que se quiere lograr, pero evidentemente es mejor que la descalificación y la manipulación mediática que nos hace creer que vivimos en Jauja.
También es importante reconocer que la Presidenta de la República es un cargo institucional y que no se llama «Laura» como regularmente lo hacen algunos medios. A ningún presidente varón se lo ha llamado por su nombre de pila. Supongo que es por respeto ¿Será que nuestra Presidenta al no tener un carácter despótico no merece el mismo trato?
Sí es importante que doña Laura haga una autocrítica en el sentido de que mucho de este irrespeto machista fue alimentado por las formas que se usaron en su campaña electoral. El hecho de que se la vistiera con aires «masculinos», el anular su femineidad para que el «factor mujer» no jugara en contra y la ausencia de sensibilidad en su discurso creo la expectativa de que iba a ser otra mujer haciendo de hombre.
Sin embargo, esto no invalida que «la gente» votó por abrumadora mayoría a una mujer. «La gente» escogió una forma nueva y diferente de hacer las cosas. Eso se debe respetar. Más aún, los medios, las encuestadoras, «los analistas» y la misma clase política tienen que aprender y entender que hay una forma de ejercer el poder y eso es lo que la sociedad ha pedido desde hace años.
Ojalá tengamos las bolas para entenderlo.