Vienen las aburridas elecciones municipales en las que la política encuentra nuevos niveles de pobreza intelectual.
Salvo cuadros políticos de larga data, que entienden que la cosa pública no es soplar y hacer botellas; asoman raudas imágenes de tríos audaces que vienen a cambiar lo que no se cambió en años porque ellos y ellas tienen la llave mágica.
Encarnación del voluntarismo, de las frases fáciles, de las soluciones mágicas y de la incapacidad de tener una idea propia; aparecen candidatas y candidatos a alcaldes como hongo en bosque.
Su propuesta se reduce al mercadeo más elemental, a la mala imitación de lo peor de la política.
Llenan de carteles todo espacio visual que haya quedado libre en la comunidad. Tres caras, cual ménage a trois de próceres wannabe, van de lo ridículo a lo impresentable con poses cuasi sexuales o montajes de Photoshop que dan pena ajena.
En el fondo, lo que mueve está lógica de comunicación es la erótica del poder. Esa creencia de que nadie es inmune a un mensaje que respeta las fórmulas más oscuras de la manipulación.
Por eso no hay respeto por quien va a percibir el mensaje porque se emite desde presunta superioridad que da una computadora y sus programas… y la carencia total de habilidades elementales de comunicación.
Pose p’al Féis
No debe faltar en toda comunicación política moderna una página de Facebook con un puñado de seguidoras y seguidores.
Allí veremos al o la aspirante posar junto a alguien de la comunidad y un texto que no debe faltar: «Informándonos de las necesidades del barrio tal o del distrito cual». ¿En serio? ¿Te mandaste a Alcalde sin saber nada de lo que pasa en el cantón?
Pero no nos olvidemos del video casero con sonido entrecortado por el viento de enero: «Estamos junto a (persona) viendo como (crítica a la Muni actual) y nosotros lo vamos a resolver». Luego todos con el pulgar hacia arriba y corta (gracias a Dios).
Las historias de Facebook, afortunadamente efímeras, cuentan a lo sumo el recorrido del día del o la aspirante; pero de nuevo no se les cae una idea ni poniéndolos de cabeza.
Se puede escarbar en todas esas páginas de Facebook y no se encuentra un documento con sustancia. A lo sumo algún volante con promesas que no se cumplen desde hace 16 años y nada más. Ni qué decir de los volantes que se encuentra uno cuando llega a la casa. Escritos pensando en que «la gente no lee».
Y lo mismo pasa en Instagram donde solo hay imágenes que no dicen absolutamente nada a los cuatro gatos que siguen al o la candidata.
El libro de marca
Liberación Nacional, la Unidad Social Cristiana, el Republicano Calderonista, Nueva Generación y en menor grado Nueva República, intentan que su comunicación sea idéntica en todas partes, lo que en sí mismo no es malo. Esto con el propósito de que el partido empuje al candidato local y, que a su vez, el candidato con más arraigo le de fuerza al partido. Digamos que han logrado reducir estas elecciones a la competencia de ofertas de supermercados.
La gráfica de Nueva Generación es un arroz con mango que no resiste el menor análisis… como su autodefinición de «centroderecha moderado»
La Unidad ha sido el más consistente en el esfuerzo porque, si se me permite la analogía futbolística, cada día se parece más a Cartago y a la Liga: hace rato que no gana nada importante. Necesita crear una identidad y quiere nacionalizar las elecciones locales.
Entonces, salvo que el o la candidata local se salga del canasto, todas las imágenes son iguales. Parece que tienen las mismas candidaturas en todos los cantones. Han homogeneizado a tal punto la comunicación que la candidatura local no vale nada. Y, que se sepa, nadie va a votar por los frecuentes disparates de sus legiladores.
En el caso de Nueva República podríamos decir que alguien internamente intenta destruir al incipiente partido. Uniformar los carteles con candidatos pegados a Fabricio Alvarado, las tres pelotas raras y la figura local en poses tan dispares provoca lástima y, probablemente, enojo en quienes programaron el Photoshop con el que se editó la imagen.
Liberación Nacional es tierra de caciques en la que cada perico vuela a su manera y, básicamente, pocos han respetado el concepto del partido.
Las elecciones se ganan con militancia
No conozco una elección que se gane con carteles o malas prácticas digitales. Las elecciones se ganan convenciendo votante por votante. Para eso son los tres meses de campaña, para que por lo menos cada aspirante pueda ver a cada votante al menos tres veces. Sí, hay que levantarse a las 4 de la mañana y acostarse a las doce ¡De eso se trata!
Olivier Dabène, a inicios de los años noventa, afirmaba que en Costa Rica cualquier candidato podía ver a todos y todas sus compatriotas durante la campaña. Sin embargo, los «Chino», «Macho», «Tencha» o «Neco» de la política local no se asoman a ningún lado porque no saben militar su propia causa.
Militar es salir a la calle, ir a las paradas, las ferias, las iglesias y conversar con la gente hasta demostrar que se sabe y se quiere (en ese orden). Armar una estructura de barrio que le abra las puertas de las casas, reunirse con grupos de vecinos y vecinas; y llegarles con propuestas aterrizadas. ¡Crear un territorio!
¿Quién le va a creer a un o una candidata a Alcalde que va a generar empleo si ni siquiera tiene la más leve idea de qué es la Ley de Administración Pública? ¿Habrá alguna vez lidiado con la Contraloría General de la República que es algo así como el monumento a la exasperación burocrática?
Por eso, si un o una candidata se queda con el libro de marca del partido, con la pose de la foto; y no aporta una idea nueva es porque nos está haciendo perder el tiempo. A diferencia de la elección nacional, la elección local demanda de razones, no solo de emociones. Se necesita demostrar conocimiento, sensibilidad, poner propuestas claras en la mesa y; sobre todo; darse a conocer viendo a la cara de quien nos va a dar la confianza de su voto.
Las elecciones se ganan en las calles, no en los carteles.