Cuando se habla de creatividad se parte de la noción de que estamos hablando de cosas o ideas voladas, fuera de lo común, conceptos nunca vistos. En principio la percepción que aparenta ser correcta no es más que un reduccionismo, una simplificación de la tarea de crear.
De la misma manera, las personas que llevan el mote de creativos o creativas han de ser personas excéntricas, con tarjeta de fumadoras frecuentes de marihuana y generalmente incomprendidas. Nuevamente otra concepción que no pasa el colador del sentido común.
Al juntar estos dos estereotipos muchas personas tienden a creer que el acto de crear es algo espontáneo, fácil y cuyo resultado será inevitablemente innovador.
Sin embargo, las afirmaciones anteriores nos llaman al error. La creación lleva tiempo, conocimiento, pensamiento y el desarrollo de un método propio en la mente de quien crea. Más aún, la creatividad es inherente al ser humano, no a unos pocos o pocas afortunadas capaces de parir ideas como si fueran los confites que caen de una piñata ni bien se revienta.
Existe entonces una falsa expectativa en torno a la creación. El trabajo de quienes se dedican a crear, al menos en nuestro medio, es visualizado como un trabajo simple, que no demanda tiempo y que cualquiera puede hacer. De hecho, sobran las historias de terror en las que “clientes” le dicen a los diseñadores que están cobrando muy caro por “un garabato” que cualquiera pudo haber dibujado.
Probablemente el “garabato” es un logotipo y, como se sabe, una marca de ese tipo necesita para comunicar un poder de síntesis, reconocimiento y representación que no cualquiera puede construir.
Este desconocimiento monumental por parte de quienes contratan creatividad es producto del desprecio por el valor de las ideas, por el desprecio por el conocimiento ajeno y por la ignorancia propia de quien cree que el dinero da la razón. Eso sí, siempre es importante pedir descuento porque “el dibujito ese” es muy caro.
Un caso que ilustra este tema es el logotipo de la marca Nike. Cuando se diseñó el famoso “swoosh” a inicios de los setenta, la diseñadora cobró US$75,00. La pregunta es ¿Cuánto vale ese logotipo ahora? Con todo lo que representa ¿Podría Nike existir sin él?
Arquitect@s, artistas, comunicador@s, decorador@s, diseñador@s, diseñador@s industriales, escritor@s, desarrollador@s de programas de cómputo, músic@s y una gran cantidad de profesionales más que son capaces de transformar una idea abstracta, un sentimiento o una forma de ver el mundo en una manifestación concreta a través de la creación, deben enfrentarse inexorablemente a la subvaloración de su trabajo porque hoy las herramientas para crear las tiene cualquiera.
Aquí es a donde tenemos que trazar la línea que separa la creación como mera reproducción del conocimiento, de la creación como innovación.
Hoy día cualquier hijo de vecino acomodado puede tener una cámara de video, una computadora y el software de edición. Inclusive podemos aspirar a que los sepa usar. Sin embargo, el tema no es la herramienta, el tema es el criterio con el que se usan esas herramientas para transformar los elementos que forman parte de una creación.
CREAR CON SENTIDO
Es decir, si la creatividad es la capacidad de innovar a través de la combinación de elementos de una manera nunca antes intentada, también debe agregarse el criterio de funcionalidad.
Así, si yo tomo una fotografía y la paso por todos los efectos que me permite un programa de edición de imágenes, al final voy a tener al Frankenstein de los píxeles, pero no voy a tener una imagen que comunique con un sentido concreto. Por el contrario, si la fotografía es lograda con sentido estético y es tamizada con algunos efectos que aumenten su potencial de comunicación la canción es otra.
Entonces crear no es solamente tener una idea. Es tener una idea que funcione de acuerdo al problema que pretenda solucionar o a la sensibilidad que se quiere transmitir. Para eso se necesita criterio, se necesita conocimiento.
Algo similar sucede con la velocidad. Algunas personas viven su fantasía erótica a través de exigirles a los demás cosas casi imposibles. Entonces frases cliché como “es para ayer” o “¿Por qué tardás tanto con eso si es solo… (llene el espacio con la tarea que quiera)?” se vuelven la condición por la cual el producto creativo se hace cada vez más mediocre.
Pero ¿Qué sería del trabajo del creador sin que quien demanda sus servicios no crea que siempre tiene la razón? Es típico el caso en que el creador asesora con su conocimiento al cliente explicándole que lo que quiere no es lo que necesita.
Entonces, el asesorado acorralado por la certeza de su propia ignorancia responde con la celebre frase: “Bueno eso es lo que quiero. Vos verás cómo lo acomodás, vos sos el (o la) creativ@”.
CREAR ES HUMANO
Una vida humana tarda 9 meses en crearse. Aunque la madre y el padre de la criatura no hayan tardado mucho en engendrarla (por aquello de la eyaculación precoz), la maduración del producto hasta estar completo y listo para vivir fuera del vientre materno necesita de tiempo, conocimiento y cuidado.
A los padres (particularmente a la madre) nadie les da mérito por haber creado una vida y darle los mejores cuidados posibles para que esa nueva existencia empiece sin complicaciones y tenga más posibilidades de concretarse. De hecho es un deber histórico ineludible. Pero al anestesiólog@, al pediatr@, al obstetr@ y a todos los y las profesionales que intervienen en el parto no solo se les considera autores del milagro del nacimiento, sino que hay que pagarles en consecuencia.
La creación es algo inherente a todas las personas y es nuestra capacidad más valiosa para reafirmarnos como especie. De la misma manera, es la muestra más palpable de nuestra propia ignorancia.
Originalmente publicado en redcultura.com