El gobierno de Rodrigo Chaves es el resultado del debilitamiento social y la descomposición del sistema político y económico del país.
El papel del patán ha sido alimentar el enojo victimizándose, mintiendo, alterando la verdad y fabricando enemigos allí donde no los hay. Una audiencia frustrada dispuesta a endosar culpas por el abandono que el Estado ha hecho de su rol protector acompaña sin cuestionar las sandeces que emana Zapote.
Costa Rica no puede seguir por el derrotero de odio, mentiras y sarcasmo con el que Chaves ha paralizado al país. Necesita una alternativa democrática que supere la crisis político, social y económica inducida por Chaves para culpar a otros de su inacción.
La política debe responder con un acuerdo de mínimos que le devuelva a las personas el sentido de pertenencia a una sociedad que las incluye. La gente debe volverse a sentir merecedora de la solidaridad colectiva. Reconocer en el otro el derecho a una vida digna no es regalarle nada, es asegurar una sociedad viable para todos y todas.
La democracia en su totalidad
La democracia no se agota en el acto electoral libre, plural, equitativo y transparente. Es un pacto social que implica libertades para toda la ciudadanía; y seguridad y protección por parte del Estado para esas libertades.
Las libertades de pensamiento, movilidad, reunión, asociación y expresión son la base de cualquier sistema democrático. Pero a la vez, son las que están en peligro por la falta de justicia social que se ha venido acumulando en las últimas cuatro décadas.
Así, la vida de la democracia, está condicionada al uso de esas libertades para el bien común. Nuestro problema político, es consecuencia de la profundización de un problema económico.
La inequidad social impulsada por el discurso antiestado, el debilitamiento del Estado como distribuidor de la riqueza, la falsa meritocracia, la pornográfica ostentación de la riqueza y un modelo económico cada vez más excluyente, han dado como resultado un enojo social capitalizado por mesías autoritarios de todos los colores.
De ahí que aparezcan personajes como Chaves, Trump, Milei, Bukele o Bolsonaro encarnando la esperanza por justicia. No es justicia social, es una justicia poética llena de venganza que amenaza con llevarse todo puesto: hasta la libertad misma.
Ningún autócrata cree en la justicia social, pero su discurso vengador alcanza. Lo irónico es que quienes promueven más inequidad y pobreza, sean quienes hayan canalizado electoralmente mejor el enojo.
Alimentar a la bestia
Esta suerte de neopopulismo, neoautoritarismo o ambos que se consolida como estilo de gobierno, tiene como elemento central el odio al otro fogoneado por el miedo a la pobreza. La pobreza es la materialización del fracaso en la sociedad capitalista. Y a esa bestia se le da de comer todos los días.
En nuestro caso, Chaves habla de un país “rico” cuyo destino manifiesto es la “prosperidad” que es interferida por “los ticos con corona”. Por oposición, crea una épica de lucha contra “la pobreza” a la que nos arrastran quienes le niegan el poder absoluto.
Así es fácil culpar a la política, la justicia, la delincuencia, al narco, al feminismo, a las universidades, y a quien sea que frene sus abusos. Se vive en un estado de enojo perpetuo cuando el mismo presidente promete soluciones rápidas, pero ilegales y se victimiza si le marcan la cancha.
En su discurso, son el “freno” que nos condena a la “pobreza”. Pero la pobreza, para los sectores medios, ya no se concibe como la ausencia de recursos para satisfacer las necesidades básicas. Ser pobre es no tener.
Entonces ¿Cómo no estar enojado o frustrado cuando no se existe para las demás personas? ¿Cómo no encontrar en el narcotráfico la posibilidad de existir, aunque efímeramente, cuando el Estado se ha retirado como garante de la justicia social?
Esa furia nunca se dirige hacia los salarios deprimidos, la falta de oportunidades laborales, la incapacidad de sostener chicos en el sistema educativo o cualquier mecanismo de redistribución del ingreso. Las víctimas son sus propios victimarios.
Así es como llegan los neopopulistas autoritarios como mesías que combaten al “enemigo equivocado”, mientras por detrás abren las puertas del negocio estatal a grupos económicos que antes estaban marginados.
Y ahora ¿Cómo podremos ayudarnos?
Como se dijo, para salvar a Costa Rica de la deriva y la inevitable debacle autoritaria, no alcanza con defender la democracia. Se necesita más. Las fuerzas democráticas deben llegar a un acuerdo garantice la estabilidad institucional, sino su transformación para el bienestar colectivo.
Si la sociedad civil y los partidos políticos quieren volver viable políticamente al país se necesita dar un salto cualitativo en la discusión política. Para ello, es necesario partir de un acuerdo de mínimos para ser oposición y de máximos para cuando cambie la administración.
Es crucial reconocer la exclusión económica como origen del problema actual. El sistema político debe asumir su responsabilidad, entendiendo que Chaves es un síntoma, no el problema total.
Respetar y mejorar el sistema electoral es esencial para la competitividad y equidad democrática.
Sin un Estado fuerte, no hay seguridad, educación ni salud equitativa. El voluntarismo empresarial no reemplaza la política social.
La falacia meritocrática no resiste el menor análisis. En una sociedad en la que hay chicos y chicas que se salen del colegio por miedo a que los maten por disputas entre pandillas, seguir vivo no puede ser un mérito.
No podemos seguir con un Estado “fácil” para unos y ausente para las mayorías. Debe ser incluyente y facilitar la satisfacción de las necesidades básicas de la gente. Se impone un financiamiento tributario más eficiente que grave la riqueza y sus expresiones actuales y futuras.
De ahí la importancia de transformar las instituciones y poderes del Estado para lograr una mejor atención a las necesidades de las personas a partir de principios de prontitud, transparencia, equidad, igualdad y servicio.
La legislación tributaria, políticas de empleo, currículos académicos deben considerar la acelerada transformación tecnológica; además de prepararnos para el inevitable shock generacional que dejaría a muchos fuera del circuito económico sea por sustitución o por falta de alfabetización.
Debemos aspirar a una economía verde y sostenible que nos garantice independencia energética y alimentaria como ejes de la seguridad nacional.
Este acuerdo tiene que mirar hacia delante, no solo intentando frenar a este y los proto autoritarismos que vienen detrás, sino intentando crear un sistema político, social, económico y tecnológico superior que rescate lo mejor de Costa Rica; y aleje las aspiraciones autoritarias del conjunto de la sociedad.