En lo personal siempre he creído en el derecho de los sindicatos a existir y a representar intereses. Creo firmemente en la necesidad de proteger a los sindicatos y sus dirigentes porque representan la parte débil de la sociedad: los y las trabajadoras. De la misma manera, creo en la necesidad de un sindicalismo serio, profesionalizado y políticamente agudo.
Coincido en que muchas veces defender ciertos derechos es una forma de decirle a la sociedad que no hay que igualar hacia abajo, sino hacia arriba. Pero no coincido con el abuso, el clientelismo y la autovictimización.
La huelga del Poder Judicial es todo aquello que el sindicalismo no debe ser. Defiende algo que es insostenible, afecta servicios en los que se juega nuestra humanidad y ha sido manejada con arrogancia.
Tener a familias esperando frente a la morgue es inmoral. Creer que con afectar algo tan sensible se ablandan posiciones demuestra un gran desconocimiento de la labor de un sindicato y del comportamiento en una huelga. Peor aún, cuando se desacata la orden la Sala Constitucional que obliga a la entrega de los cuerpos. Resulta que como les dieron una orden, les da estrés y ahora no trabajan. Eso no es una huelga, eso es una malacrianza.
Las huelgas no juegan con la gente
Una huelga es algo muy grande como para no pensar en sus consecuencias. Nadie hace una huelga sin advertir los peligros que entraña si sale mal… excepto los dirigentes del Poder Judicial. Tener raptadas a las familias dolientes demuestra un nivel de insensibilidad inconcebible. Esas familias son las que pagan el salario de esos funcionarios. Esas familias financian una parte de las pensiones que reclaman. A esas familias le suman más dolor porque no pueden tramitar su duelo.
Ni qué decir de los juicios que se atrasan, las hojas de delincuencia que la gente necesita para trabajar.
¿En serio esta fue una decisión pensada? Este fue un impulso, un error táctico y un suicidio político. No supieron presentar su caso a los medios de comunicación, no tuvieron la habilidad de explicar qué les da la razón y, encima, no fueron capaces de blindarse en la Asamblea Legislativa. Esta actitud arrogante, probablemente sepulte cualquier intento de evitar una erosión en sus derechos, porque la gente ya está en contra. Nada le gana a la imagen de las familias que están fuera de la morgue esperando un cuerpo al que vieron con vida la última vez.
Existen muchas formas de presionar: paros breves que hagan noticia, marchas en horas no hábiles para no ser criticados, cabildeo permanente y diálogo con medios de comunicación.
Pero como esta huelga es un capricho por frustración quemaron todas las etapas y ahora no les va a quedar más que negociar su derrota.
Ahora les toca descomprimir el conflicto, mostrar seriedad y responsabilidad. Hacerse cargo de las consecuencias, reparar el daño a la sociedad y presentar una propuesta técnicamente viable.
Sino están en capacidad de hacer eso, mejor que se dediquen a otra cosa que no sea el sindicalismo porque lo están arruinando.