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El rol de los medios de comunicación en las democracias modernas es tan importante como cuestionado. Su aporte informativo es una necesidad para una ciudadanía informada, su sesgo ideológico es lo que nos revela lo que piensan los grupos de interés que operan detrás de ellos. Sin embargo, la falta de rigor periodístico, agendas escondidas y egos mal manejados producen efectos difíciles de reparar. Los tiempos demandan un periodismo más serio, responsable, profesional y profundo. Seguir produciendo notas cortas con titulares alarmantes para impulsar una agenda es, cuando menos, una torpeza.

Intereses, agenda y “likes”

Los medios tradicionales se debaten entre la vida y la muerte. No importa si es prensa, radio o televisión; la confluencia en el celular y, peor aún en Facebook, les quitó el control del proceso de comunicación. No pueden hablar verticalmente sin esperar respuesta. Ya no son la “santa palabra”. Hoy compiten con la gente, con las noticias falsas (incluidas las propias) y con una variopinta gama de medios digitales. Los nuevos medios son de bajo costo y de alcance fraccionado. Son los responsables de la atomización del mensaje y del sensacionalismo digital que se extiende sin control por WhatsApp.

La reacción de los informativos tradicionales ha sido parecerse más a lo que dictan estos nuevos medios, que adaptar su discurso y estilo a la realidad digital. No es una tarea que se antoja fácil, pero de alguna manera se han puesto al nivel de la cloaca que pueden ser las redes sociales.

Los medios tradicionales y los digitales comparten la misma ideología, pero compiten por el limitado mercado de los likes. Hoy cada noticia es una portada, cada titular debe ser un incendio que se propague en la red y genere tráfico a la página del medio. Mantener una agenda propia ante la embestida de la dictadura populista del like se pone cuesta arriba cuando todos piensan igual.

De ahí que alternativas como el Semanario Universidad, Delfino y Cambronero adquieren relevancia en ciertos sectores jóvenes y/o educados. Aunque todos tienen intereses parecidos, no son solo económicos; sino que hay una aspiración a una sociopolítica diferente.

Lo que necesita la sociedad pos 1 de abril

El relevo generacional político debe venir acompañado de un relevo en lo comunicacional. Diario Extra, CrHoy, Canal 7, Repretel y La Nación tienen que entender que la crispación de la que lucraron no es políticamente viable. Atacar al gobierno por un tema de agenda, ego o intereses nos daña como sociedad. Transparentar posiciones no es pecaminoso, lo perverso es disfrazarlas de interés colectivo.

Costa Rica no aguanta un mal manejo informativo como el del Cemento chino. El enojo acumulado por todas las barbaridades que se dijeron tienen a la sociedad crispada y dividida. Creer que se puede lucrar con eso sin consecuencias es de una estupidez monumental. Una sociedad enojada puede tomar decisiones suicidas que van más allá del candidato equivocado. Apostar a tener control sobre eso es una fantasía con la que algunos medios coquetean.

Usar un escándalo de corrupción como el del Cemento como munición para atacar a un gobierno que no fue complaciente con ciertos intereses fu, cuando menos, riesgoso. Si no se aprendió la lección estamos en problemas.

El gobierno que inicia tiene poco margen político no importa por dónde se le vea: la Asamblea Legislativa tiene poco calado intelectual y político. Un sector de la sociedad quedó muy enojado por haber perdido las elecciones. Otro está lleno de esperanza y comprometido con lo que se habló en campaña. No hay partidos políticos con liderazgos lúcidos en el horizonte. En lo institucional somos tan flexibles como un riel; y por supuesto están los problemas reales como la inseguridad, el déficit fiscal, la desigualdad y cualquier fallo de la Sala IV que se traiga abajo lo que sea.

Estamos pegados con moco. Si en ese contexto, los medios no asumen un rol constructivo que garantice que el acuerdo electoral que se firmó el primero de abril se cumpla por parte del oficialismo y la oposición estamos a las puertas de una ruptura institucional.

Una nueva comunicación para una nueva realidad política

Confieso que me hace gracia cuando los medios critican al gobierno porque “no comunica bien”. Ahora que se pueden ver las conferencias de prensa en vivo, se compara lo que dice un funcionario y lo que publica un medio. O una de dos: o yo vivo en una realidad paralela; o los periodistas escriben para comprobar que tienen razón en lo que piensan.

Ya no va aquello de que todos los políticos son corruptos e inútiles. Eso es lo que nos tiene hoy aquí. Como que tampoco va el periodismo a la carrera, el titular que no se condice ni con la realidad ni con el contenido de la nota.

El resultado de la elección pasada no es solo la victoria de una coalición de voluntades. Se trata del inicio de la transformación estructural de la política costarricense. Para dónde se decante, depende en mucho de cómo la ciudadanía lea ese proceso. También como resultado quedaron heridas abiertas, discursos irracionales, argumentaciones pobres, expectativas nuevas y la necesidad de que el presidente pueda cumplir con su programa de gobierno.

Si el periodismo serio y responsable asume este reto con más calidad y claridad dentro de cuatro años tendremos un país mejor. La fábrica de titulares debe dar paso a la construcción de información para la gobernabilidad. Sin concesiones a la corrupción, sin concesiones a las profecías autocumplidoras.

 

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Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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