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Tengo que ser honesto: escribo esto con enojo, con bronca.

Los campos pagados de algunos sectores oponiéndose a la reforma fiscal sinceramente me cabrean. No porque se opongan, sino porque se sienten poseedores del derecho a no ser tocados por las leyes de los mortales que sí debemos pagar impuestos.

Por ejemplo los médicos, las zonas francas y las universidades privadas. Solo la Cámara de la Construcción tuvo las agallas de decir «Estos nos afecta, pero estamos dispuestos a negociar». Y lo hicieron.

Es cierto que si los alquileres aumentan de golpe un 14% por el IVA revientan a las pymes sin duda porque al aumento del 15% de ley hay que agregarle otro tanto. Pero ¿qué pasaría si se empieza a cobrar a razón de un 1% anual? Es decir, que en 2012 se cobre un 1% del IVA, en 2013 el 2% y así sucesivamente.

Ese mismo principio se puede aplicar a los médicos, abogados y demás profesionales a quiénes urge transparentarles sus ingresos. Lo mismo SE DEBE hacer con la educación privada. Esas no son organizaciones que buscan el bien social, son empresas que se dedican a vender servicios de educación y como tal deben pagar sin rodeos ni miramientos. Si de paso hacen un bien a la comunidad, gracias.

Para más señas, Hacienda debería dejar claro en el proyecto de reforma que ciertos servicios como los de educación y aquellos que tengan que ver con los servicios profesionales deben ser deducibles en su totalidad o en algún porcentaje del impuesto sobre la renta de quien compre esos servicios. Eso va a estimular a que la gente pida la factura, no solo hay que atenerse a las tarjetas.

Algo similar debería ocurrir con otros sectores que por primera vez van a tributar como las zonas francas o los insumos para la agricultura. De esa manera se controla la inflación y se termina con las amenazas basadas en el miedo.

Las zonas francas deberían trascender el discurso de que aportan suficiente generando empleo. Lo cierto es que son empresas que lucran con mano de obra calificada y preparar esa mano de obra tiene un costo para la sociedad que debe ser asumido por todos.

Eso aplica para la tan desmejorada infraestructura del país. No se vale amenazar con irse como lo hicieron con el TLC. Porque como sucedió, lo que se tenían que ir se fueron, los que se habían vendido a una transnacional solo esperaban el 8 de octubre y los que se iban a quedar se quedaron.

LLEGÓ LA HORA DE PONER EL HUEVO

No se puede seguir viviendo en un país en el que no se pagan impuestos. Tampoco es válida esa lógica reduccionista que dice que hay que cobrar bien los impuestos y gastar bien el dinero, no cobrar más impuestos. Lo cierto es que el Estado costarricense se ha reducido muchísimo durante los últimos años que se ha buscado la eficiencia en la recaudación y el gasto; y, aunque se puede hacer más, lo cierto es que la cobija no da para tanto y que llegó la hora de pagar por tener condiciones de vida decentes para todos.

Si bien es cierto la mayoría de los gastos del gobierno central se van en salarios, es porque los maestros, policías y médicos están adscritos en su totalidad o en parte el presupuesto del ejecutivo. Es decir, no se pagan salarios por pagarlos. Además, este es el Estado bobo por el que siempre han abogado los liberales. Ahora que lo tienen, manténganlo.

Mención aparte merece el anuncio publicado en Internet, hijo de la lógica que acabo de describir. Presentar a Costa Rica como un circo corrupto por el que no vale la pena pagar un cinco es de una irresponsabilidad monumental. Se puede estar en desacuerdo con el paquete de impuestos, se puede argumentar en contra de la forma y el fondo, pero jamás ensuciar el nombre del país y su identidad de una forma tan pueril. Costa Rica es digna de una discusión de mayor calado y no de tanta pobreza intelectual.

Así que sí, se necesitan los impuestos.

* Originalmente publicado en redcultura.com
Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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