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La Asamblea Legislativa antes que un foro partidario, es un espacio de debate político. La tensión ideológica que se genera en la discusión debería permear el contenido de lo que se habla y se produce en ese parlamento. En paralelo se discuten intereses económicos, políticos, religiosos, culturales y empresariales. Pero cuando los intereses secuestran la discusión, nos quedamos sin una visión de país, sin una idea de futuro.

La baja en el nivel de la discusión legislativa siempre encuentra nuevas profundidades y allí se ahoga la transición hacia el país que necesitamos. Los constantes exabruptos de los diputados y diputadas han encontrado un correlato en las redes digitales. Pero eso no es excusa para que desde la Asamblea Legislativa no salga un discurso superador.

Aunque siempre habrá desencuentros en las ideas, no es menos cierto que los arrebatos de redondel de toros generan una desazón general.

Lo que trasciende de la Asamblea Legislativa

Concedo a la Asamblea Legislativa que el periodismo nacional, salvo contadas excepciones, no está preparado para tratar el tema político. No saben dar espacio, se dedican a lo que hace ruido y, ni en broma, construyen contexto. Demás está decir que el periodismo construye el maniqueísmo por el que cada vez nos sentimos más desesperanzados.

Sin embargo, que en plena era digital, los y las diputadas usen sus redes sociales como bitácoras y muro de los lamentos, tampoco ayuda mucho. ¿De qué nos sirve ver cómo todo lo malo que pasa es culpa de otro partido, de otro poder del Estado? Empezando porque es mentira. ¿Por qué no hay una propuesta superadora en los problemas? ¿Por qué es una discusión estúpida de egos por ver quién tiene razón?

Es evidente que el centro de gravedad política de nuestro país no atrae ideas, la expulsa. Esa manía de mostrar cuán valioso es un partido haciendo ver mal al Ejecutivo le hace daño a Costa Rica. Además de no aportar nada, refuerza el «todos son iguales» y una vez más la esperanza se va por el caño.

Con las excepciones no alcanza

Si bien es cierto no todos los diputados y diputadas son iguales; bien vale la pena comprender las excepciones no hacen la regla. Que una diputada, que es asalariada del soberano, llame a una organización civil a rendirle cuentas por un anónimo, cuando menos es un abuso de poder. El chantaje expreso de otra diputada contra la independencia de criterio de los Magistrados es inaceptable, reprochable y obliga a que renuncie.

Ni qué decir de la enésima ocurrencia de retirar al país del Pacto de San José… de Costa Rica. ¿Y la discusión inexistente en torno al aborto dónde la dejamos? Pero eso sí, curules con fetos y escaleras con nombres de hijos demuestran el nivel de pobreza intelectual reinante.

Las negociaciones peseteras del Plan Fiscal en nombre del pueblo dan vergüenza ajena. O el rasgado de vestiduras por el pago de la deuda sin contenido presupuestario como si fuera la primera vez, digamos que provoca pudor. Ni qué decir de la división de la propia fracción del PAC remando por un lado para lo fiscal y para el otro tratando de instaurar el tema de derechos humanos, que a pesar de su importancia, es un distractor.

¿Y los de a pie, que llaman?

Nos toca aprender a respetar la investidura de las y los diputados. Así de fácil. Pero también exigirles nivel en la discusión. Rebatirles en las redes digitales con argumentos y nunca con insultos. Pedir explicaciones sobre sus decisiones, cuestionarles, obligarles a pensar más allá de la lógica inmediata de la Asamblea Legislativa.

No basta con pagarles el salario. Hay que saber liderarles y liderarnos para ser una sociedad mejor. Es una responsabilidad compartida porque entre todos y todas les dimos esa responsabilidad.

 

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Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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