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En los últimos días se ha hecho visible la conducta violenta de dos mujeres. Una agarrando a patadas un auto y otra macheteando a su esposo. Presuntamente, ambos hechos ocurrieron por infidelidades. Digo presuntamente, porque los videos que muestran los hechos tienen indicios al respecto. Son mujeres que pierden sus cabales y atacan al hombre o sus posesiones por no actuar de acuerdo a sus deseos. Eso es violencia de género.

Augusto y la violencia de Lara Croft

El fin de semana se hizo viral el video de una mujer abollando un auto del que sería su novio. Aunque la identidad de la agresora no trascendió, sabemos que el propietario del auto se llama Augusto. Lo sabemos porque quienes filmaron a la mujer violenta no omitieron detalle de lo que ella hacía y decía. Tampoco omitieron carbonearla, fogoneando la violencia.

La versión marginal de Lara Croft demandaba la presencia de Augusto en el carro hablándole por teléfono. La que se supone era la propiedad emocional de la mujer no llegó a la cita. Entonces, a patadas el auto se quedó sin placas, una abolladura en la puerta y el techo debe haber terminado bastante magullado considerando los saltos que pegó esta amazona venida a menos.

Porqué se enojó esta mujer no lo sabemos a ciencia cierta. Lo único que se tiene claro es que ella es más mujer que las demás porque está dispuesta a tener conductas de macho como «bajarle los colmillos y enterrárselos en el culo» a las amigas de Augusto.

Pero es de destacar el objetivo que escogió la mujer para vengarse. El automóvil del varón. Si hay algo que expresa la masculinidad es el carro y su modelo. En este caso un Toyota Prado que como se sabe vale un vagón de plata. Si era propio o alquilado es irrelevante porque su valor simbólico es el mismo. Se trata de destruir el estatus social masculino. De abollar la dignidad varonil cuestionando la armadura misma del macho.

La mujer convertida en otro macho, reclama la propiedad emocional de su hombre. Como no la obtiene ataca lo que representa socialmente ser un macho hecho y derecho. Producto de la violencia, Augusto se convierte un símbolo de la debilidad masculina hecha lástima.

«Ese machetazo iba para esa puta»

En el segundo caso una mujer habría agredido con un machete a su pareja. Al parecer lo encontró con otra mujer y los atacó con un machete. La escena ocurrió en una parada y el hombre y la mujer se refugiaron en un autobús, mientras su hija de pocos años gritaba desesperada para que ayudaran a su papá.

El video empieza con un autobús cerrado y una mujer enfurecida gritando «Ese machetazo iba para esa puta». Parece que el hombre se interpuso o ella no tuvo la puntería requerida y él terminó seriamente cortado. Nuevamente, una mujer que considera a su esposo o pareja como su pertenencia agrede. En este caso «a la otra». A él no porque no tiene la culpa, es la otra la que «se le mete». Sí, otro estereotipo machista reproducido por una mujer violenta.

Cuando llega la policía y la Cruz Roja la presunta agresora quiere ir en la ambulancia con Gabriel, el herido. El tipo apenas puede bajar del bus, lo sostiene un cruzrojistas y lo custodia la policía, mientras la que dice ser su esposa reclama su derecho a ir en la ambulancia. «Yo soy la esposa. ¿Cuánto apostamos?» afirma categórica aquella que se sabe dueña de la vida ajena.

Inclusive le toca la cara para preguntarle. Entre el pavor y el shock el tipo no contesta y es trasladado a la ambulancia. Sin poder caminar por la seriedad de las heridas es llevado en hombros por gente que le ayuda.

El siguiente video contiene imágenes muy fuertes

¿Y si hubiera sido al revés?

Esa es la pregunta que leí mil veces durante el fin de semana. La pregunta es lógica, particularmente después de que Augusto se volvió «trending meme» nacional. Tiene sentido preguntárselo en el contexto de cómo debemos tratar la violencia, no para descalificar la lucha contra la violencia hacia las mujeres.

Porque de ahí se derivan las críticas a las instituciones, las marchas y a las feministas. Lo que sucede es que no hay un al revés. Esta moneda solo tiene una cara y es la violencia.

Como en el caso de cualquier agresor o agresora, estas personas tienen una autoestima baja y creen que la forma de darse a respetar es dañando al otro. Ninguna agresión masculina invisibiliza la violencia femenina y viceversa. La violencia de género está motivada por la creencia que la otra o el otro es propiedad del o la agresora. Y eso nos involucra como sociedad.

A los hombres les cuesta más denunciar esta violencia por la misma lógica machista de la sociedad. Un hombre que es agredido por una mujer es esencialmente menos que nada. Porque si dentro del pensamiento patriarcal la mujer es menos que el hombre ¿Qué es ser menos que una mujer?

Un varón que denuncia esa violencia reconoce su propia debilidad, que no sabe defenderse como macho. ¿Quién puede tener el valor de dar ese paso? Es una ironía infame.

De ahí la importancia de visibilizar la violencia. Pero también de individualizarla. De comprender que la violencia contra la mujer tiene elementos comunes con la que se ejerce contra los hombres, pero no es igual. Que la violencia de un asalto, del robo o de la impunidad operan en el ámbito de la justicia, pero son diferentes. Como son diferentes las agresiones permanentes en las redes digitales.

Pero lo que todas estas violencias tienen en común, es que somos una sociedad violenta.

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Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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