La aparición del nuevo coronavirus en diciembre de 2019, vino acompañada de un tsunami de comunicación que nadie pudo surfear. Pasamos de «¡Uy! ¡Lo que pasa en China!» a «Ojalá no llegue aquí»; pasando por el espanto del «¿Viste cómo están Italia y España?». Eso sin mencionar todas las mutaciones semánticas y sintomáticas que tuvo el virus hasta la fecha.
En ese particular, en nuestro país; el Ejecutivo supo manejar los tiempos prepandemia: guardó silencio cuando debía y puso paños fríos cuando se especulaba en los medios.
Solo cuando aparecieron los primeros casos importados fue patente cómo se venía trabajando el tema tras bambalinas. Con seriedad se tomó control de la situación.
A diferencia de países como Argentina en donde su presidente se ha puesto innecesariamente como vocero, Estados Unidos donde Donald Trump habla de cualquier cosa como si supiera, o Nicaragua donde las cifras no han sido transparentes; Costa Rica optó por dejar hablar a los técnicos y científicos con los datos como venían saliendo. Un ejemplo de comunicación social y política.
Claro que ha habido errores como la inclusión de Patricia Mora en una de las conferencias de prensa. No por ella o el tema. Sino porque no iba preparada, ni se pensó en lo corto, claro y contundente que deben ser los mensajes en esos espacios.
Lo mismo ha sucedido con las apariciones de Juan Luis Bermúdez, Rodrigo Chaves, Geannina Dinarte y Pilar Garrido. No son estructuradas, cortas y fluidas.
El Presidente pasó a segundo plano, el Ministro de Salud, el Presidente de la CCSS y dos escuderos manejaron los datos y disposición de medidas. Además, educaron a la población.
Eso le dio una ventaja significativa al gobierno. Por una parte no dio margen de especulación a los medios, además que el recambio de caras prevenía el desgaste; y por otro acotó los límites del mensaje a lo estrictamente sanitario en la primera fase de la pandemia.
Storytelling o la narrativa política viral
Sin proponérselo ni provocarlo; el gobierno encontró una narrativa. Más aún, encontró una historia qué contar con todos los ingredientes de una buena película de acción, suspenso y drama.
El storytelling tan de moda en la comunicación moderna, es la capacidad de transmitir información como si se tratara de una historia dramatizada.
Como en toda narración siempre hay un protagonista, un antagonista y un conflicto que al final transforma al protagonista en un nuevo ser. En nuestro caso, el Ejecutivo podría ser un héroe en redención luego del escándalo de la UPAD.
Nuestro héroe tiene muchos ángulos en la historia. Es un Estado humanitario y solidario a través de la Caja. Ha sido creativo e innovador produciendo equipo de portección personal o EPP desde las Universidades Públicas. Creó un tibio programa de ayuda social; y llega a la casa de quien sea con ayuda pública y privada para entregar medicamentos.
Pero también tiene un lado que no guarda las formas a la hora de asociarse con los intereses empresariales. En un contexto en que no hay espacio para la protesta ha debilitado el salario del funcionariado público. Inclusive va por una reforma de la jornada laboral regresiva que concibe al trabajo como acto de caridad.
Un personaje bipolar de dos caras, un doctor Jeckyll y señor Hyde, que atrae cuando habla de salud y asusta cuando habla de economía.
El héroe de esta épica logró armar una coalición enorme basada en el miedo a un enemigo difuso. La coalición incluyó a la población, prensa, empresariado organizado, Asamblea Legislativa y hasta organizaciones sociales. Pero la coalición lentamente se ha quebrado.
El enemigo es un virus, es una época, es una incertidumbre enorme.
La trama y la épica
Sin embargo, este guión no lo escribió ni lo pidió el gobierno. El clima de miedo venía prefabricado con histeria informativa, datos reales y fantasías apocalípticas que un día sí y otro también salen de Hollywood. El resto del drama quedó en manos de la audiencia. Silentes ante las conferencias de prensa del mediodía, mira las cifras de enfermos entre el espanto y la pizarra de Teletón.
El enemigo no solo es invisible, sino que se construye todos los días con nueva información y desinformación. Un martes tiene una forma, pero el jueves es más agresivo. Al siguiente ataca la salud, pero cuando quiere destruye la economía. Nunca había existido un antagonista tan formidable para un héroe convaleciente.
Así el Presidente y su equipo rearmaron su épica. No solo defendían a la salud de la gente, también de la agresión económica que significó cerrar el país. El control de los tiempos comunicacionales estaba en manos del Ejecutivo por primera vez desde la huelga del 2018.
Le guste a quien le guste, la realidad tomó por sorpresa y con la guardia baja a los medios de comunicación. No tenían cómo seguirle pegando al gobierno con la muerte llamando a la puerta y Daniel Salas con su cara de póker aumentando la tensión cada mediodía de este hiperreallity show en que se ha convertido 2020.
La película se filma y transmite en tiempo real. La batalla dejó de ser por capturar audiencia, sino por transformar el sentido que la audiencia le da a su realidad sin que el fútbol, novelas y chismes anestésicos. Lo único de lo que se podía hablar durante semanas era del COVID-19 porque todo lo demás fue suspendido.
La épica coptada
Y como en toda narración exitosa, la gente le prestó el alma a un héroe: Daniel Salas. Aunque el Presidente sea bien evaluado, el personaje que resume todo lo bueno es el Ministro de Salud. Los y las demás son sus escuderos. Pero si Daniel Salas cae, detrás de él caerá la épica gubernamental.
Al igual que en cualquier género dramático hay subtramas: otros conflicos, amores, desamores e intereses perversos. En este caso, éstas no pertenecen al guionista original. Fueron armadas por usinas de relaciones públicas de los grupos empresariales. En un giro tan magistral como surrealista colocar como las primeras afectadas, informativamente hablado, a las empresa y, no las personas.
Así, el gobierno empieza a perder control de la narrativa política. Aunque construye al enemigo, no supo ponerle nombre y rostro. Tampoco puede dibujar a los y las afectadas que los medios resumen en un simple «hay gente que la pasa mal». Y mucho menos calificado para mostrar un arsenal económico y monetario propio que sea capaz de combatir a la fiera invisible.
La pericia para frenar al virus no es la misma para calmar las ambiciones de los «aliados económicos». Y ese momento de duda, de debilidad de inicios de mayo; es usado por propios y extraños para hacerle saber que como héroe no basta tener la voluntad de morir por la causa. Se necesita una épica superadora que deje sin aliento a propios y a extraños. Además de una ruta clara para alcanzarla.
Así los sectores concentrados avanzan con una agenda económica e imponen un derrotero que repite las recetas exitosas en la concentración de la riqueza y la distribución de la pobreza.
El escritor que cede la pluma, cede su historia
Se pierde así la iniciativa política y de comunicación. La narración empieza a mostrar fisuras. Las contradicciones del personaje no son propias de la historia, son las de un autor que descuidó su creación; que olvidó todo lo que hacía único al protagonista.
Trabajó muy bien al científico, pero no al economista. Retrató de maravilla la mente fría y calculadora del frontal izquierdo; pero no supo o no quiso desarrollar la empatía del basal derecho.
Primero fueron los reportajes de la Voz de Alemania (DW) y CNN en Español que reforzaron la histórica baja autoestima nacional. Siempre que se habla bien de Costa Rica en alguna parte, parece que dejamos de sentirnos insignificantes.
Con la pandemia casi controlada y el ego colectivo bien alimentado; se decidió la apertura gradual. Al mismo tiempo, el Ministro pedía disciplina, calma y mesura; pero la comunicación preventiva y educativa empezó a hacer agua.
Conceptos como la «burbuja social» y las «reglas de oro» no fueron trabajados con antelación con la sociedad para facilitar su asimilación. Tampoco el trabajo de reiteración fue el más afortunado.
Es lógico que este guion se escribe sobre la marcha y que hay prueba y error. Pero son estas fisuras que debieron prever equipos de apoyo y planeación de la comunicación, las que permiten que el relato técnico vaya perdiendo poder y legitimidad.
Como en cualquier historia ese es el momento de hacer un cambio de marcha. Es el momento de montar a la gente nuevamente al sube y baja emocional. Para mantener la iniciativa comunicacional se necesita renovar la atención y la tensión administrando las emociones ajenas.
Y es en ese aparte donde se da la gran fricción. Porque poco a poco algunos medios se fueron apoderando de pedazos de esa estructura narrativa hasta el punto de dejar sin más argumentos al ministro que «el llamado a la responsabilidad individual». Básicamente, un saludo a la bandera.
El abandono de los aliados
Aparecieron entonces “los traidores a la causa”. Esos que se aprovecharon para colar gente por la frontera norte; o aquellos que se regodeaban por cada persona enferma que venía de Nicaragua como un fracaso de la estrategia de lucha.
Igualmente, los transportistas y empresarios pusieron su palo en la rueda para flexibilizar la entrada de choferes. El interés económico abrió una vía de agua en el mensaje técnico a través del “interés superior de la economía”.
En los géneros dramáticos siempre el protagonista tiene aliados y aliadas. A veces son pocos y otras veces pueden ser una multitud. Es una coalición de voluntades unidas por el objetivo de derrotar a un enemigo común. Es una revelación no solo para el héroe o la heroína. Lo es también para quienes le acompañan.
¿Pero qué pasa cuando quienes están llamados a luchar en la batalla final creen que el enemigo no es tan peligroso? ¿Qué sucede cuando ir a la guerra significa hacer a un lado los pequeños intereses personales?
Por lo general, significa que el o la protagonista pierde la batalla. Una tropa indisciplinada, desmotivada y desmoralizada es incapaz de seguir a quien no ofrece una esperanza.
De repente el héroe ve, al igual que en los dramas, como los que creía sus aliados; son ahora colaboradores del diminuto enemigo. Le dio todo lo que pidieron, pero no les alcanzó. Quieren más, van por todo, sin importar si el verdadero enemigo se los come a ellos también.
No conformes con todo eso, la Asamblea Legislativa entró en modo oportunismo electoral y rechazó un presupuesto extraordinario pidiendo recortes a un Estado que no tiene de dónde recortar más.
¿La visita de la muerte?
Gabrio Zappelli, en su libro “Guion: escritura activa” habla de un momento particular de la historia en que todo se vuelve en contra del protagonista. La visita de la muerte es el momento de desolación y soledad más absoluto, cuando todo parece perdido.
La decisión de frenar la tercera etapa para evitar la combinación final de fútbol, día del padre y apertura de comercios fue correcta, aunque mal comunicada. Esperar que se avisara con días de antelación no es más que una majadería dado el contexto.
Fue una decisión científica; no política ni económica. No se tomó para perjudicar a nadie, se hizo para evitar una tragedia. Y aunque los números le dan la razón al Ministro la reacción visceral de las cámaras empresariales pone en peligro su rol como representante de lo mejor de nosotros.
Igualmente, el atrevimiento del presidente de la Unafut de dar la fecha de la final luego que el Ministro dijera que sería hasta nuevo aviso, es una falta de respeto. Los necios no solamente hablan, sino que hay medios de comunicación que los amplifican.
A Daniel Salas se lo vio solo y dejado a su suerte por parte del Presidente en un momento en que se ponía un freno de mano a las expectativas de un comercio bastante golpeado. Tampoco tuvieron una respuesta contundente los exabruptos del presidente de la Cámara de Comercio.
Y así, sin socios políticos en las cámaras, en ciertos medios y en la Asamblea Legislativa; al gobierno solo le queda la calle como aliada. Pero no tengamos fe. Pronto la perderá porque los sectores medios, esos que tienen miedo a las carencias, ya no se alimentan de lo que sirven en la tele al mediodía.
La batalla final necesita comunicación
Ahora el protagonista está acorralado. Al frente tiene a un enemigo formidable y atrás la traición de quienes no ven más allá de su propia nariz. Sin embargo, la forma más que cuidadosa con la que el Presidente decidió manejar la situación con las cámaras preocupa. El mensaje de un líder habría sido el de alinear las filas.
Sin embargo, lejos de alinear; el Ejecutivo nos pide aprender a martillar y a bailar. Dos conceptos importados y confusos para el conjunto de la sociedad que pretende otras respuestas a sus angustias. Las lealtades necesitan comunicación clara.
No cabe duda que como estrategia es interesante, pero la incapacidad de traducir a palabras sencillas lo que se quiere hacer aleja a la gente de lo que no entiende.
Más temprano que tarde vamos a enfrentar el pico de la pandemia. Hasta ahora el gobierno ha sido exitoso postergando esa batalla. Pero, mientras se insiste en abrir aeropuertos, comercios y servicios como una “antigua normalidad recargada”, la coalición de voluntades formada en marzo ya se derrumbó.
Y es que tampoco tenemos las políticas económicas, monetarias y sociales adecuadas para enfrentar el shock social que se cocina lentamente en las capas medias y bajas de la sociedad.
En las batallas finales, luego de triunfar el o la protagonista se transforma. Se da cuenta de sus verdaderos poderes y entiende que no puede seguir siendo la misma persona que era antes del 6 de marzo.
Si el Presidente no se da cuenta de eso rápido, perderá su poder de escribir la historia y, tal vez, con un poco de suerte solo le quede armar un berrinche como el de hace un año en Guanacaste poniendo del lado del enemigo a quienes debió proteger desde el inicio.