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Isla Calero, 2014

La actual disputa entre Nicaragua y Costa Rica por la parte norte de Isla Calero dejó al desnudo un hecho más que lamentable: el nombramiento de René Castro como Canciller de la república.

Aquí no se trata de hablar de méritos académicos sino de capacidad de entender los escenarios y las hipótesis de conflicto. Nuestro canciller no ha sido capaz de comprender desde el inicio que con la palabra de otro canciller no alcanza cuando se trata de fronteras y menos cuando se trata del San Juan. No tuvo el instinto para entender que cuando los diputados le cuestionaban el dragado del río por parte de Daniel Ortega, no lo criticaban a él o a su gestión, era evidente que todos sabían que la corriente del río traía olor a podredumbre política.

Menos perspicaz aún ha sido cuando se ha dejado decir que Costa Rica necesita de una “Fuerza de Defensa”, un eufemismo para el ejército. Más todavía, se dejó decir que hemos de reconsiderar nuestras posturas históricas al respecto.

¿De qué planeta viene? Podemos tener una policía fronteriza, pero el país no puede renunciar a su fuerza moral porque él sienta que se le acaban los argumentos y los tiempos en los organismos internacionales. No puede hablar desde su frustración de funcionario que no logra su objetivo ¡Es el canciller!

Pero con esto no le ha alcanzado. A lo largo de este proceso ha demostrado una terrible falta de liderazgo superado en momentos por Edgar Ugalde, en otros por el embajador ante la OEA Enrique Castillo y, en momentos de gran cordura, por la Presidenta.

Ni que se diga de la falta de lectura política. Porque mientras el canciller llama a armarse, el embajador ante Holanda claramente supo delimitar el escenario diciendo que esto no se va a convertir en un enfrentamiento regional entre Colombia y Venezuela.

René Castro puede haber sido un gran jefe de campaña, un excelente organizador. Pero es un mal político: no lee los tiempos, no se adelanta, no se asesora, es inseguro (o al menos lo aparenta muy bien) y se percibe superado por las circunstancias sentándose al lado de los que hablan bien y cuando él habla… mejor pensara un poco más las cosas.

Sin embargo, la responsabilidad última de lo que hace Castro es de la Presidenta. Ella lo nombró. Perdón, ella lo dejó escoger el puesto que él quisiera porque fue un buen jefe de campaña.

La Presidenta debe responder por el error de tenerlo ahí.

Así que a la hora de los tiros se necesita carácter, no solo maña; hay que tener experiencia, no experiencias inconexas; se debe ser asertivo, no reactivo; se debe mostrar liderazgo, no ansiedad: hay que ser adulto.

Originalmente publicado en redcultura.com

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Saúl Buzeta

Advertencia al visitante: Saúl Buzeta Dhighiam es politólogo de formación, comunicador por deformación y necio por naturaleza. Los dedos de la mano no sirven para contar sus obras pues no tiene, mas acostumbra a escribir a hurtadillas artículos de poca monta que gente incauta (en el mejor de los casos) o sin escrúpulos (en la mayoría de ellos) publica sin compasión por el lector. Considérese entonces amable visitante suficientemente advertido sobre lo inocuo de lo que aquí encontrará.

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